jueves, 27 de septiembre de 2012

DEL CACEROLAZO QUE FUE Y DEL QUE VENDRÁ


Otras son nuestras broncas

El jueves 13 de septiembre varios miles de personas, en diversas plazas del país, hicieron sonar sus cacerolas en contra del gobierno nacional. El epicentro de la protesta estuvo en la Plaza de Mayo, donde pudieron verse nutridas columnas de manifestantes, la mayoría provenientes de los barrios más acomodados de la Ciudad de Buenos Aires. Desde la Coordinadora de Organizaciones y Movimientos Populares de la Argentina (COMPA) expresamos nuestra decidida voluntad de seguir avanzando en la gestación de una alternativa política de los de abajo, que se proponga una profunda transformación social basada en las experiencias de construcción de poder popular que infinidad de organizaciones sociales y políticas de nueva izquierda, vienen pariendo a lo largo y ancho de nuestro país. Un proyecto de país que no encarna el oficialismo, y mucho menos la derecha.

A diferencia de las jornadas históricas del 2001, estuvieron ausentes los actores políticos y sociales de clara extracción popular (desocupados de las barriadas, motoqueros, trabajadores precarizados en general, estudiantes, etc.). Si bien no hubo un reclamo unificador, y cada cual salió en función de sus malestares, no todos ellos estrictamente reaccionarios, la tónica fue impuesta por voces que se ubicaron netamente a la derecha del propio gobierno.

No albergamos expectativa alguna de que movilizaciones que rechazan la AUH [Asignación Universal por Hijo], piden la liberalización del dólar o denuncian la supuesta "cubanización" de Argentina, puedan abrir un escenario favorable para nuestro pueblo.

Efectivamente una parte sustancial de lo que se expresó en los cacerolazos fueron sectores sociales que, pese a gozar de una desahogada situación económica, tienen en Mauricio Macri a su "esperanza blanca" presidencial para el 2015. Sin embargo, tampoco abonamos la lectura férreamente oficialista según la cual las movilizaciones expresaron en todos lados y de manera homogénea a sectores gorilas y hasta fascistas. Seguramente sea necesario habilitar miradas más complejas.

Sin embargo, intentar comprender es una cosa, y apoyar es otra bien distinta. Por esta razón rechazamos la actitud de referentes de la oposición de centroizquierda que, de modo oportunista, se subieron al carro de la protesta en el debate público, aportando así a la construcción simbólica del adversario político que le viene como anillo al dedo al kirchnerismo: una derecha recalcitrante que no logra disimular sus añoranzas golpistas, con una agenda privatista, conservadora y de abierta mano dura frente a la protesta social y la problemática de la inseguridad.

La dirección de nuestras broncas

Las organizaciones populares sabemos que en estos días hay muchas broncas. Bronca por los sueldos que no alcanzan. Bronca por el trabajo precario. Bronca porque el gobierno te miente con las cifras del INDEC  y te dice que se puede comer con seis pesos. Bronca por el IVA que nos hace pagar más a los que menos tenemos, y porque muchos trabajadores tenemos que pagar impuesto a los sueldos cuando no se pagan las rentas financieras y el sistema impositivo es regresivo. Bronca porque se agrava el saqueo de nuestros bienes naturales, porque se fumiga a los pueblos como pasó en Ituzaingó. Bronca porque nos hablan de soberanía y se firman acuerdos con la Barrick Gold, con Chevron y hasta se propone una ley de Semillas que, atentando contra la soberanía alimentaria, obliga a los productores a pagar regalías extendidas a las multinacionales Monsanto y Nidera.

Bronca porque se sigue viajando como ganado y miles de nuestras familias no tienen acceso a una vivienda digna. Bronca porque se aprueban leyes antiterroristas, se hacen convenios con militares yanquis y se criminaliza la protesta social.

Nuestra bronca no es la misma de quienes critican al gobierno porque hace acuerdos comerciales con Venezuela y Cuba, porque derogó las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, porque aprobó la Ley de Medios o estatizó las AFJP [Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones]. No nos mezclamos con sus cacerolazos.

Por el contrario, desde la Coordinadora de Organizaciones y Movimientos Populares de la Argentina (COMPA) expresamos nuestra decidida voluntad de seguir avanzando en la gestación de una alternativa política de los de abajo, que se proponga una profunda transformación social basada en las experiencias de construcción de poder popular que infinidad de organizaciones sociales y políticas de nueva izquierda, vienen pariendo a lo largo y ancho de nuestro país. Un proyecto de país que no encarna el oficialismo, y mucho menos "la derecha".

Nuestra bronca la dirigimos a reivindicar un nuevo proyecto de país con Soberanía Popular. Nuestra bronca la vamos a transformar en esfuerzo militante para hacer efectiva una Campaña Nacional por la Soberanía Popular, en todo el país, intentando vincular luchas, demandas y propuestas de nuestro pueblo.

Estuvimos y estamos en la calle desde hace años. Ahora es Cuando. Hay que transformar la bronca en movilización popular, organizar la esperanza, y darle una estrategia a nuestros sueños.

Coordinadora de Organizaciones y movimientos Populares de la Argentina

sábado, 22 de septiembre de 2012

Revolución social y revolución sexual


Bellucci, Mabel

 Activista feminista y queer. Ensayista en movimientos sociales en la Argentina. Integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Integrante del Consejo de Redacción de Herramienta

 

En mayo de 1973, para las elecciones nacionales, se presentó la fórmula presidencial Juan Carlos Coral-Nora Ciapponi por el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), resultado de una fusión entre el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), fracción La Verdad (por el nombre de su periódico) y el Partido Socialista Argentino (PSA), Secretaría Coral.

En esos años, el PST tomó relevancia por ser el único partido local empeñado en proponer un programa específico en diversos planos sobre la égida femenina, tanto por los contenidos de sus reivindicaciones como por las formas de lucha contra la opresión de las mujeres. De alguna manera, logró apartarse de la mirada economicista propia del marxismo clásico. Si bien en ciertos enclaves partidarios de la época también hubo intentos de reconocer tanto la subordinación femenina como la trascendencia de las mujeres en el proceso revolucionario, no pudieron dar respuestas a dicha opresión por entenderla únicamente como una consecuencia de la condición de clase más que de la de género. En efecto, los reclamos feministas eran desechados y/o minimizados en el mejor de los casos, por considerarlos fuera del campo estratégico para la toma

Entre tanto, las premisas fundantes del Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM)se esparcieron por el mundo y sortearon todo tipo de murallas. No por nada, desembarcaron en nuestras tierras, hacia 1970. Ese feminismo –conocido también como “La Segunda Ola”– convocó la atención en torno a las prácticas de la supremacía masculina mediante determinados mecanismos a través de los cuales se inculcó, normalizó y reforzó la subordinación femenina y, por ende, su exclusión. Con sus voces y sus cuerpos, tanto en Estados Unidos como en Europa, las mujeres denunciaban lo que en el pasado había sido un secreto a voces, pero ahora –en esa coyuntura de posibles embates insurgentes en Occidente– todo se tornaba un acierto. El grueso del activismo comenzó a intervenir a partir de su propia opresión y a elaborar estrategias de acciones dentro y fuera de sus entornos. De esa manera, irrumpieron en el escenario internacional, para la conquista de sus derechos, más sentidos: el trabajo, la educación, el mundo conyugal y familiar, la cotidianidad y, en especial, las sexualidades. Eso sí, el movimiento arremetió con una pujanza arrolladora sobre el mundo velado de los cuerpos y las alcobas. La vida erótica e íntima quedó en su mira.

De allí la importancia de que el PST introdujera en sus normas programáticas (no sólo para la campaña electoral a la que nos referimos) parte de aquellas reivindicaciones realzadas por el MLM. De este modo y de muchos otros más, las activistas de este partido consideraron que la raíz de la opresión femenina partía de la articulación entre la sociedad capitalista y la patriarcal; es decir, que la explotación de clase y la de género representaban dos caras de un mismo sistema y se retroalimentaban mutuamente. Por lo tanto, abordaron los derechos civiles, políticos, laborales y sexuales de las mujeres en su calidad de doble explotación en tanto que trabajadoras y amas de casa. No cabe duda de que tal apuesta para articularse desde un sector de la izquierda con el feminismo se llevó a cabo en un clima de tensiones e incertidumbres; seguramente, entre el ensayo y el error. Si se miden los resultados de nuestra realidad local con otros polos de experimentación en los países centrales, siempre nos falta el centavo para el peso. Pese a lo expresado, los años setenta en la Argentina se singularizaron por el papel destacado en estatuir las provocaciones generacionales sobre costumbres consuetudinarias que se venía ensayando en la década anterior. Las relaciones prematrimoniales y la convivencia sin libreta de casamiento se convirtieron en un “deber ser”. En aquellos tiempos, tales planteos representaban idearios radicales, aunque se revolucionase bajo los términos de la dupla heterosexual, sin explorar otros modos de afectividad externos a la pareja.

Ahora bien, a lo largo de este período que desembocará en el golpe militar de 1976, no siempre hubo, por parte del PST, una constante insistencia en incorporar o interpelar al feminismo. Razones no faltaron para explicar tal oscilación en el rumbo de las concordancias entre dicho partido y los grupos de mujeres. No se podría prescindir del proceso vertiginoso de violencia dentro del escenario político local; en particular, la persecución y muerte en manos de la Triple A, como también la falta de práctica en cuanto a franquear los propios márgenes tanto de un lado como del otro. Sin embargo, tal como define con precisión el ensayo “Aunque algunos se rían de nosotr(o)s…”de la antropóloga Catalina Trebisacce (2012): “La aceptación, entonces, de la existencia de dos sistemas independientes de opresión, el capitalismo y el patriarcado, permitía al partido dar la bienvenida a organizaciones feministas que luchaban contra la opresión de las mujeres por fuera de sus filas”.

Más allá de las pautas tradicionales de cualquier estructura política de cuño marxista, tales como guarderías en las fábricas y establecimientos, lavanderías, igualdad salarial y de oportunidades en los puestos laborales y jubilación para las amas de casa, se encumbraban otras. Exactamente, en el punto 8 constaba “por la libertad en las relaciones sexuales entre el hombre y la mujer, el divorcio absoluto, la libre venta de anticonceptivos y la protección a la madre soltera”. En esos momentos, se presentaba un clima de recelo con respecto a la pastilla oral por el desconocimiento de sus secuelas futuras, por más que fuese el primer método que suministraba una independencia plena a las heterosexuales lejos de la aprobación masculina y también posibilitaba una maternidad elegida. Por eso, a lo largo de su campaña electoral proponía el uso de la nueva anticoncepción que aún no tenía un destino masivo. Del mismo modo, el punto 8 abogaba por “la legalización y gratuidad del aborto, practicado en establecimientos del Estado, y con todas las garantías necesarias que aseguren la salud”. Ciapponi contribuyó desde su candidatura a la discusión sobre la clandestinidad del aborto, sin reparo alguno. Al respecto, señala:

En realidad, estos temas no provocaban altercados insondables, se asumían sin tanto hermetismo. Aún no se vivían los prejuicios que aparecieron con la última dictadura militar y el proceso hacia la transición democrática. En cambio, el debate de la emancipación total de las mujeres era lo que provocaba tensiones.

Además, daban un claro mensaje a la sociedad el hecho de que fuera una mujer y activista obrera quien se presentara al cargo de vicepresidenta. En un volante diseñado de forma artesanal, que promocionaba a los candidatos del PST, se exhibía una foto de ella con pelo largo, risueña y con un estilo apegado a la época. Abajo aparecía la siguiente consigna: “¿Va a votar a un patrón, un militar, un político patronal? ¿O Va a votar a Nora?” En ese mundo con chimeneas humeantes, se la conocía como Nora. Por la cercanía del trato, el apellido quedaba en el olvido, sin eso le trajese a ella problemas de filiación y, en la mayoría de las veces, apareciera mal escrito. En aquel momento tenía 31 años. En la adolescencia empezó a trabajar de obrera en Alpargatas en la Avenida Patricios, y luego en La Hidrófila Argentina, donde fue delegada, huelguista del gremio textil. También estuvo al frente de sonadas movilizaciones reivindicativas. Para completar su currículum, estuvo presa cuatro veces durante la dictadura de Juan Carlos Onganía. La contienda contra el capital llevada a cabo por las trabajadoras, doblemente explotadas, la impulsó a comprometerse con la liberación de sus congéneres.

Revisar con atención la historia del movimiento de mujeres en nuestro país, permite descubrir que ella fue la primera que asomó a un lugar de esa trascendencia, aunque hubo un precedente poco rescatado: en 1928, la docente y gremialista Angélica Mendoza se postuló como Presidenta de la Nación por el Partido Comunista Obrero (PCO). Pero volvamos al testimonio de Ciapponi. En la publicación feminista Brujas, (año 26, octubre de 2007), le realizaron un reportaje en el que ella relataba que siempre tuvo la contradicción entre desarrollar las actividades políticas y sociales que le gustaban (donde, por otra parte, más fuerte se sentía) y la lucha de género; aunque muchas veces levantó el tema de la mujer, esto, sin embargo, no fue algo continuo. De alguna manera, sin quererlo se convirtió en una referente desde ese lugar para todas sus compañeras. Si bien Nora llevó a cabo todo lo que quiso como militante y nada le fue vedado por sí mismo, tuvo que luchar contra muchos prejuicios también dentro de su organización. Lo que sí resultó contundente fue el compromiso –tanto del partido como de ella– con el tema que nos involucra:

El aborto no era una demanda más, había que explicarlo mucho. Sin embargo, de lo que estoy segura es que hablar de un aborto era mucho más fácil antes que ahora. Vos lo decías con naturalidad y no había censura. Yo trabajaba en una fábrica hasta el 70 y las mujeres abortaban y se sabía. Era clandestino como hoy en día y para las clases humildes resultaba costoso aunque tenías que ser muy marginal para llegar a extremos de peligro. Actualmente hay que ir a los médicos, antes estaban las parteras en los barrios. Había muchas más que hoy. Vos te criabas con la información que se podía abortar, por lo tanto, no representaba una situación traumática. Mi mamá tuvo 6 hijos y yo de chica la veía que estaba dos días en cama. La que ejercía una impugnación era como siempre la Iglesia. Para mí el debate más difícil se planteaba cuando al embrión o el feto se lo igualaba a una persona.

A la vez, nuestra luchadora reconoció que por aquellos años se carecía de argumentos filosóficos, tanto desde la izquierda como desde el feminismo. Significaba una cuestión muy compleja explicar cuándo comenzaba la gestación de la vida. Sin embargo, al existir una aceptación social sobre la práctica del aborto, la Iglesia debía convencer a las mujeres de que quienes lo hiciesen cometían un crimen o un pecado. Como vemos, si bien se hablaba de muerte, la relación feto = a persona no calaba tan hondo. Todo estaba por empezar…

Otro ejemplo que sirve para entender que la cuestión del aborto se podía expresar sin mayores vueltas, se presentó con la revista Para Ti durante la campaña electoral de 1973. Esta publicación editó una holgada nota con el título “Mujeres: ¿a quien votar?” del 19 de febrero de 1973. Se contraponía la figura de María Julia Alsogaray, del partido Nueva Fuerza, con la de Nora Ciapponi, candidata del PST. Esta última –tanto en su plataforma política como en sus declaraciones– planteaba “la legalización y gratuidad del aborto, practicado en establecimientos del Estado, y con todas las garantías necesarias que aseguren la salud”. No es un secreto a voces que Para Ti representaba la llamada “prensa femenina” dirigida a lectoras interesadas históricamente en tres temas básicos: moda, cocina, y vida cotidiana. Sin embargo, hasta estos semanarios más tradicionales abocados al servicio de patrullar el régimen del orden, debieron aggiornarse frente a las propuestas englobadoras del Movimiento de Liberación de la Mujer. Por esa razón, para Ciapponi las cuestiones del aborto, la anticoncepción y la libertad sexual irrumpieron como gestos soberanos entre listados de recetas, sugerencias sobre el cuidado de niños y ofertas para agraciar con esmero al marido.

Tanto fue el compromiso de esta candidata con la causa del derecho al aborto, que el demógrafo español Martín Sagrera Capdevilla, en su libro ¿Crimen o derecho? Sociología del aborto (1975), reprodujo un pasaje de un discurso de trinchera que ni ella misma recordaba. Decía así:

Cuando la fortuna o las circunstancias lo exigen hay que decidirse por adoptar una continencia absoluta. Insistamos que sirve a los partidarios de los regímenes más reaccionarios y fascistas para mantener su supremacía. Frente a todos ellos reclamamos y exigimos la libertad de amar y de abortar en las condiciones que nuestra propia conciencia lo dice, como un derecho elemental que debe disfrutar sin restricciones toda persona humana.

Como conclusión, podría pensarse en relación a la lucha por el derecho al aborto que Ciapponi representó para la izquierda política lo que la luchadora por el aborto legal en los inicios de los 70, fundadora del Movimiento de Liberación Feminista (MLF), María Elena Oddone fue para el feminismo. Ambas pugnaron por instalar tempranamente el debate y marcaron huella del camino a seguir, sin perder de vista las especificidades de cada lucha, siendo sus figuras reconocidas en los medios gráficos como audiovisuales sin cuestionamientos.

“Welcome Jennes”

Por ser partidarias de la solidaridad internacional de las luchas obreras, en 1972, se invitó a la feminista Linda Jenness, candidata a presidenta de Estados Unidos por el Socialist Workers Party (SWP), en las elecciones que le otorgaron el triunfo al republicano Richard Nixon con su famoso discurso “La Mayoría Silenciosa”, en el que llamaba a resolver mediante la unidad de la ciudadanía norteamericana la crisis ocasionada por la horrorosa e impopular guerra contra Vietnam. Lo cierto fue que se constituyó un comité de recepción para recibirla, en el que se hallaban figuras notables del Partido Socialista Popular, del Partido Socialista Argentino y del Partido Socialista Democrático junto con MLF y el grupo Muchachas. Faltaría menos de un año para que se conformara el PST. Mientras tanto, personalidades del mundo de la cultura manifestaban abiertamente su apoyo a la llegada de Jenness. Apenas aterrizó el avión a Ezeiza, una multitud de mujeres y de varones esperaban con ansiedad encontrarse con esta luchadora socialista y feminista e integrante del MLM que se trasladaba del Norte al Sur. Comenzó su febril rally con dos conferencias de prensa y dos presentaciones en Buenos Aires, junto con una atiborrada recorrida por Rosario, Mar del Plata y Bahía Blanca.

El 26 de mayo de ese año, en el salón de Unione e Benevolenza, ícono de la comunidad italiana, con sus fachadas art nouveau de un estilo decorativo privativo de la belle époque europea, nuestra invitada hizo su debut de gala. Ciapponi guarda en un cofre cerrado fotos emblemáticas de aquella bienvenida, que permitió convocar a dirigentes de izquierdas tales como Juan Carlos Coral y Nahuel Moreno, junto con el escritor Ernesto Sábato y la dirigente socialista Alicia Moreau. Cabe mencionar el análisis de Trebisacce, citado más arriba, quien afirma lo siguiente:

La estadía de Jenness indudablemente oxigenó y permitió la visualización en primer plano de una militancia feminista que se practicaba dentro del partido y que aguardaba latente. Pero no sólo eso. Posibilitó también la visualización de las tensiones que en torno a aquella se suscitaban.

A decir verdad, como las activistas del PST no se caracterizaban por mezquindades, compartieron con el MLF un acto de mujeres para presentar a la invitada de lujo en el Teatro del Centro, en Sarmiento al 1200. Así, le pidieron a Oddone que la anunciara y también que colaborase con el evento. Fue tal la expectativa generada por su presencia, que buena parte de las asistentes debió resignarse a permanecer afuera y escuchar a través de los altoparlantes lo siguiente:

El año pasado se registraron en los Estados Unidos un millón de abortos ilegales. Como las estadísticas no son exactas se supone que la cifra puede ser mayor. Ya han muerto más mujeres a causa de intervenciones mal hechas que soldados en la guerra de Vietnam. Por eso, como líder feminista me avergüenzo que en mi país, el más rico y poderosos del mundo, se inviertan millones de dólares para enviar hombres a la Luna. Deberían emplear todo ese dinero y el esfuerzo de la ciencia en descubrir un eficaz anticonceptivo que libere a la mujer de tantos vejámenes y agresiones físicas.

Esa rubia menuda a cara lavada acaparó la atención, tanto de un enfervorizado público, como de nuestra dirigencia de izquierda y también feminista.

Por suerte, Linda hablaba correctamente el castellano y su posición feminista dentro de un partido político significaba su halo encantador para todas las activistas de una y otra corrientes. Al respecto, María Elena hace referencia en su autobiografía La pasión por la libertad. Memorias de una feminista (2001) de esa elocuente experiencia: “Era la primera vez que hablaba ante un teatro colmado con mis compañeras y activistas socialistas”. Esa misma experiencia atravesó Ciapponi cuando compartió el escenario: “Joven e inexperta en tomar la palabra en un espacio que no fuese la fábrica, me impactó haber hablado en un recinto atiborrado de mujeres. A partir de allí, nunca más me bajé de un palco”.

Muchacha, ojos de papel…

Concretamente, con todos estos compromisos enunciados, el PST manifestaba interés por formar parte del MLM. De ahí, que no haya sorprendido la aparición de la revista Muchacha con el siguiente encabezado: “Por la liberación de la Mujer”. De inmediato, para que su voz no cayese en saco roto, nació el grupo con el mismo nombre. Sus integrantes desde el inicio, mantuvieron una cierta independencia respecto de la estructura política; de allí que desarrollaran actividades con el MLF y también participaran en la UFA. Inclusive se reunían en el local de esta última agrupación, posiblemente, por cuestiones de afinidades o por desinterés por parte de su partido. A decir verdad, todo ello fue posible porque Muchacha se articulaba desde su doble pertenencia política, aunque a partir de su compromiso con el feminismo socialista radical, ellas adhirieran a la premisa de que la subordinación de las mujeres configuraba un sistema de opresión específico. Revisar las nociones de jerarquía desde una visión más amplia que la lucha de clases constituyó una de sus preocupaciones centrales.

A decir verdad, su nombre no fue elegido de manera azarosa, Muchacha quería interpelar a un nuevo público en expansión: el movimiento estudiantil secundario y universitario, en el que fueron recibidas con beneplácito. Se distribuía también entre bancarias, maestras y alguna que otra fábrica con personal femenino. Con un lenguaje accesible, desde sus inicios, tal publicación se planteaba el siguiente objetivo: “ser un órgano de todas las jóvenes que tengan algo que decir sobre la liberación de la mujer, sea cual fuere su posición ideológica, política o religiosa. Lo que nos une es el deseo de luchar contra la opresión de la mujer”. Salieron cuatro números nada más. En el N º 0, de octubre de 1971, que era una prueba de galera, en su pequeña introducción señalaban que “Escribimos de mujeres y para mujeres que se sienten jóvenes. ¿Virginidad, relaciones prematrimoniales? ¿Anticonceptivos?”. Y proseguía de esta manera: “Estamos luchando por el derecho a controlar nuestro propio cuerpo (derecho al aborto para quienes lo deseen y dinero para la investigación de métodos anticonceptivos). No más hijos no deseados. Estamos luchando por igual paga igual trabajo”. En el nº 1 proponían un ramillete de consideraciones a tener en cuenta para explicar su salida: “Llamamos a las cosas por su nombre. Queremos actuar, movernos investigar, ser independientes, manejar nuestro propio cuerpo y ser dueñas de nuestra sexualidad. Queremos pelear por nuestros derechos”.

En el número siguiente, sin referencia al mes ni al año, aunque posiblemente date de 1971, el titulo de tapa era: “No más objetos en manos de los hombres o de la sociedad”. Dentro de sus artículos, había un reportaje a una obrera del frigorífico La Negra. Ante la pregunta de abortar en un hospital, ella respondió:

La mayoría de las compañeras no tienen información sobre métodos anticonceptivos y deben recurrir a los abortos uno tras otro, muchas veces con peligro para su vida. Varias compañeras han muerto por los métodos brutales que usaron para abortar. Todas las mujeres debiéramos exigir que los abortos se puedan hacer en los hospitales. Hace rato que hubiera sido así, si los que quedaran embarazados fueran los hombres.

Tantos los artículos publicados como las entrevistadas eran casi siempre anónimos, o bien los nombres de las jóvenes salían junto con el de sus escuelas, menos las opiniones que transcribían de escritoras y activistas relevantes del universo socialista y feminista del exterior. Luego, para actualizar a las lectoras, se reproducía un Manifiesto de ¡UFA! Entre el punteo de “Basta a Estas Diferencias” no se contemplaba el aborto, sino el “embarazo no deseado”.

Mientras tanto, Ciapponi se muestra más que conforme con la orientación de su partido. Al respecto, ella comenta:

Constituía una vanguardia antipatriarcal que se abría a las influencias feministas internacionales. Al menos, en Argentina era impensado cruzar una tendencia con la otra. No cabe duda que la venida de Jenness fue un hito más que importante y que justamente esa actividad, en los inicios de la construcción de lo que iba a ser el PST más adelante, cambió el pensar y sentir de la militancia. Pero ahí no estaba la cosa. La más grande influencia que recibimos fue entender la lucha de las mujeres durante los años sesenta y setenta que se llevaron a cabo en el exterior. Leíamos a Simone de Beauvoir que nos influenció fuertemente como así también encontrábamos un rumbo para la revolución sexual con el Informe Kinsey y el de Masters & Johnson. En ese sentido, sin dudas, junto al surgimiento de los movimientos puramente feministas en Buenos Aires, fuimos precursores como partido en presentarlo en el país. Insisto, aunque no teníamos nada que inventar, estábamos hermanadas en ese camino de transformación, por esa razón nuestro carácter no sectario y que supo trabajar con las corrientes feministas ya constituidas. Asimismo, se impulsó la revista Muchachapara que fuese independiente del PST y se desarrollara como expresión feminista de la cual seríamos parte también. Por esa razón, las compañeras se reunían en el local de la UFA. No siempre nos denominábamos feministas, más que nada por los prejuicios que se arrastraba en aquellos años. No nos era tan fácil a las activistas abrir tantos frentes al mismo tiempo pero entre nosotras, sin duda, había una conciencia feminista, vivíamos como feministas nuestras sexualidades. No menos importante fue el hecho que las mujeres en el interior de nuestra organización durante todo ese período, teníamos substanciales debates sobre los problemas internos que enfrentábamos. Asimismo, ocupábamos por el impulso interno, la mayoría de las direcciones regionales.

Si bien ella confiesa que “de eso no se vuelve”, reconoce no haber continuado los pasos de la activista estadounidense. Sus preferencias posteriores se volcaron más a la lucha de clases que a la de sexos. Durante la dictadura militar permaneció en la clandestinidad, y se dedicó a la defensa de presos políticos y desaparecidos. En 1979, conmovida por la revolución que se desarrollaba en Nicaragua, fue parte de la Brigada Internacional Simón Bolívar, que se alistó para luchar contra Somoza. Impedida de volver luego al país por encontrarse perseguida, siguió militando en América Central y luego en México. En estos momentos, Ciapponi sigue sintiéndose una feminista apasionada en su defensa. La lucha contra la clandestinidad del aborto está presente en su mira, sin haber perdido vigencia. Pero junto a eso, la tarea de género considera que la desplazaba de otras que para ella eran emocionantes: el contacto con la clase trabajadora, con sus huelgas, la actividad política, el conocimiento de otros países....,  vivir al límite de jugarse... En fin, sintió siempre mucho orgullo de hacer todo lo vedado o dudoso para una mujer.

Pese al denodado esfuerzo realizado por el PST, la ilegalidad del aborto no logró integrar el debate político en 1973. Se presentó como pudo, a los chispazos. Tampoco ingresó a las prédicas de lucha contra el capitalismo imperialista, expectativas de numerosos sectores de nuestra sociedad que clamaban por una revolución social desconectada de la sexual. Igualmente, a diferencia de otros partidos marxistas más dogmatizados y de organizaciones armadas, mantuvo un compromiso con el tema de la lucha contra la clandestinidad del aborto, el uso y difusión de los nuevos métodos anticonceptivos, sin olvidar la ruptura con prejuicios sobre una sexualidad sin tapujos entre una mujer y un varón. Ciertamente, su impronta de cuño internacional los alejó de un posicionamiento pronatalista. Ello no significó que el compromiso u apoyo del PST al feminismo se haya presentado en bloque; lo más probable es que haya sido por grupos de afinidades, por personas que se conocían entre sí y con las limitaciones propias del clima de época en nuestro país, que difería de los países centrales. No obstante, es hora de que sean nombradas aquellas figuras que se comprometieron por su implicancia activista.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Entrevista a Raúl Zibechi


Rebeca Peralta Mariñelarena

Rebelión, ALyC11.9.2012

En su casa en Montevideo el periodista y activista Raúl Zibechi habla de las limitaciones y desafíos de los movimientos sociales latinoamericanos en un ciclo de luchas que se cierra; del papel del Estado en la transformación social y las experiencias de refundación del Estado en Nuestra América:

¿Cómo estás mirando a los movimientos sociales latinoamericanos en la coyuntura actual?

En general lo que estoy viendo es que en los noventa los movimientos tenían la iniciativa y ahora la perdieron, éste es un primer elemento, hoy la iniciativa está en manos de los Estados. Los movimientos ya no tienen la capacidad de marcar la agenda, los movimientos están siendo desplazados del centro de la agenda, con la excepción de Bolivia y, quizá, Perú, porque el ciclo de desarrollo capitalista centrado en las commodities y en los bienes comunes es muy potente y algunas reformas pequeñas que están realizando los gobiernos progresistas las enfrentan con la derecha, entonces por un lado o por otro, los movimientos salen del centro del escenario. Esa es una primera cuestión. La segunda es que son movimientos que, en general, nacieron en los últimos treinta años, de los setenta para acá, y es probable, esto es una hipótesis sin demostrar, que hayan cumplido su ciclo de vida útil, por decirlo de alguna manera. O sea, surgieron en la resistencia al neoliberalismo y cambió la fase, como dije al principio, pero además todo organismo vivo tiene ciclos, y es probable que ese ciclo haya convertido a los movimientos en organizaciones, hayan mutado de movimientos a organizaciones. Explico la diferencia: Movimiento no es sólo la capacidad de movilizar, sino una estructura flexible, más bien horizontal, abierta, con capacidad de someterse a dinámicas societales no sólo organizativas; y la organización es más estable, más sólida, más burocrática; un ejemplo, si tú vas hoy a muchos movimientos en América Latina ves que sus locales son muy parecidos a las oficinas sindicales o de ONG’s, que a su vez son muy parecidas a las oficinas estatales, tenemos un estilo, un habitus. Entonces hay un cambio interno, que ya no depende tanto del modelo sino de un ciclo de desarrollo determinado. Y en tercer lugar me parece que los movimientos están muy afectados porque el ciclo de acumulación actual y los cambios globales y regionales han llevado a que los centros más dinámicos hayan dejado de ser aquellos en donde nacieron. Por ejemplo, Brasil, el Movimiento de los Sin Tierra nace en áreas rurales y periferias urbanas donde había un gran dinamismo social hace treinta años, al fin de la dictadura, hoy en día en las áreas rurales avanza el agronegocio, los pobres rurales se convierten en clase media, tienen capacidad de ascenso dentro del sistema. ¿Para qué van a pelear? Pero además aparecen nuevas luchas en Belo Monte, Girão, y eso nadie lo está atendiendo, no hay capacidad de los viejos movimientos de estar al tanto de esto y la lucha urbana en Brasil todavía es muy débil por razones que no vienen a cuenta aquí, pero básicamente creo que esos tres elementos dibujan el mapa de los movimientos sociales en la región.

¿Cuáles consideras que fueron las principales dificultades a las que se enfrentaron los movimientos sociales con esta nueva oleada de gobiernos progresistas?

Una de las principales dificultades ha sido, y es, acertar en qué tipo de problemas, de demandas, de dificultades tiene hoy la población concreta, para incidir ahí. Yo lo que veo es que no tienen capacidad para mantener una agenda propia en los sectores en los que trabajan porque buena parte de la agenda se las expropió el Estado, los gobiernos progresistas. Por ejemplo, los movimientos rurales hacían vivienda precaria, el Estado hace mejor vivienda, los movimientos rurales hacían comedores, el Estado lo hace mucho mejor, da bolsas familia, da programas. Los piqueteros argentinos hacían pequeños emprendimientos productivos, panaderías, talleres, el Estado lo hace mejor. Entonces el Estado tomó de los movimientos -y siempre en la historia pasa eso- su modo de hacer y lo mejoró, lo llevó a un grado muy superior, y los movimientos no supieron, a mi modo de ver, ponerse al tiro con eso. Y creo que es un periodo, y por eso digo que ahora la iniciativa la tienen los gobiernos y no los movimientos, tanto la iniciativa macro como micro, las políticas sociales, por eso el problema con las políticas sociales no es tanto si sí o no, sino cómo hacer para utilizarlas, para retomar la iniciativa y no dejarlas en manos del Estado. Aun falta mucho debate, mucha más comprensión de este proceso que estamos viviendo.

Si te entiendo bien, planteas que este ciclo de lucha iniciado en los noventa llegó a su fin, tú has planteado en otros lugares que los protagonistas principales de este ciclo han sido los movimientos de los “sin”: sin tierra, sin techo, sin trabajo. ¿Podríamos decir entonces que cierta inclusión de los “sin” dentro del capitalismo genera el fin de estos movimientos?

El “fin” tal vez no sea la forma de decirlo, pero sí creo que no pueden seguir operando como antes, para no hablar del fin, creo que hay problemas y lo que se pierde es el horizonte de cambio y transformación; no porque no quieran cambiar, sino porque la fuerza con la que operó antes el paradigma ya no es la misma.

Entonces, y no te pido que mires al futuro, pero sí que desde tu experiencia al lado de los movimientos sociales puedas decirnos cómo piensas que será este nuevo ciclo de lucha, cuáles serán los sujetos protagónicos de este nuevo ciclo y cuál el instrumento político.

Primero, yo creo que un ciclo de luchas no se inventa y un sujeto no se inventa. Lo que pasó, vuelvo al MST, en los setenta en Brasil, fruto de la modernización agropecuaria, es que había un montón de campesinos sin tierra ocupando la tierra, lo que hizo el MST fue darle forma a cosas que ya sucedían. Lo que hicieron los sindicatos en la etapa anterior fue darle forma organizativa a una resistencia fabril que ya existía. O sea, las resistencias no se inventan, hay que ver dónde están las principales resistencias y qué puede suceder.

Si yo no me equivoco, pienso que por el extractivismo, una fuente de conflicto inevitablemente van a ser los bienes comunes, el agua, la biodiversidad, y eso se manifiesta hoy en represas, en minería, en monocultivos, un terreno que va a ser distinto al de la reforma agraria tradicional. Creo que hay un caso exitosísimo que es el de Bolivia con el TIPNIS y, probablemente, en Perú gane la lucha contra la minería y las hidroeléctricas, creo que esa va a ser una fuente de conflictividad permanente. Con nuevos sujetos, los nuevos sujetos tienden a ser –por lo que parece- una alianza extraña entre pueblos indígenas o pobladores de las áreas rurales afectadas por esos emprendimientos con sectores urbanos: profesionales, clases medias, estudiantes; eso ya se ve en Bolivia, Perú, Ecuador, Chile (la alianza mapuches-estudiantes), Argentina, en Belo Monte y la trasposición del Rio San Francisco (donde están la iglesia, los indígenas, los afectados y pequeños sectores urbanos). Brasil es el país de América Latina donde la cuestión de los movimientos es más compleja, porque además hay que contemplar este crecimiento brutal de Brasil potencia, 30 millones de personas que pasaron de la pobreza a la clase media, ese es el principal movimiento social de Brasil, 30 millones que cambiaron de clase, medida por ingresos, con todas las limitaciones de ese concepto, pero pasaron de la clase D y E a la clase C.

Y un segundo elemento van a seguir siendo las periferias urbanas. ¿Por qué? Por tres ritmos: El crecimiento económico se está frenando, por lo tanto el derrame para las periferias urbanas va a ser menor, las políticas sociales por lo tanto también se van a ir agotando; en segundo lugar, el extractivismo genera más trasvase de población rural a la ciudad, la población urbana se sigue incrementando con una venida más lenta de las áreas rurales pero venida al fin, porque el modelo extractivo no genera empleo digno en las áreas rurales, sigue generando polarización; y, en tercer lugar, porque el tiempo pasa y uno observa las favelas, los barrios pobres, y hay una nueva generación que irrumpe, como cada 10 o 15 años, y aquellos espacios se siguen agrandando. De hecho, en Brasil hay un movimiento sin techo, no muy grande, pero que va mostrando cierto activismo. En el futuro ese sector urbano va a seguir favelado y va a seguir siendo un sector importante.

Creo que los actores del nuevo ciclo serán esos dos sujetos, los afectados directamente por los emprendimientos extractivos y los afectados por el modelo extractivo en las ciudades. Los protagonistas en el caso urbano seguro van a ser mujeres jóvenes pobres y sus hijos, y la juventud. Pero las mujeres jóvenes madres van a seguir siendo un actor fundamental, quienes además tienen enormes dificultades por el machismo y el patriarcado y porque, además, las organizaciones que crean son de bajo perfil mediático y son poco atendidas por las izquierdas y los movimientos precedentes, pero creo que serán los principales actores.

¿Y el instrumento?

Si yo concluyo -esto no es una improvisación, es una hipótesis pero no una improvisación-, si yo concluyo que el principal sujeto son las mujeres y sus hijos, mujeres que en general, por diferentes razones, son madres jefas de familia, como pasa en la pobreza, entonces tienen varios problemas: Uno es empleo, empleo precario, irregular, informal; segundo, problemas de salud muy graves; y, tercero, problemas de educación también graves. Entonces, el tipo de instrumento es una organización de contención, una organización del estilo familia, que cumple el lugar de contención de la mujer y sus hijos, con varón ausente o con varón alcohólico o golpeador o intermitente. Así como en el sindicato la figura central era el varón sostenedor de su familia, aquí es la mujer. Estaría tentado a decirte, pero no lo voy a hacer, que es la comunidad, pero el concepto comunidad sirve para todo y no me gusta; pero sí que la organización tenga el carácter de suplir el empleo o ayudar a contener el tema del empleo, a resolver los temas de salud y de educación. Hay un buen trabajo de Mike Davis y de sociólogos de São Paulo sobre el tema de los pentecostales, ellos sostienen que el éxito de los pentecostales no es porque la gente se haya hecho creyente, no es el opio de los pueblos, es porque los pentecostales son un servicio de salud a domicilio. La mujer va con los pentecostales porque ahí encuentra contención para ella y sus hijos, contención afectiva, psicológica, que no es menor, porque vivir en una favela, en un barrio pobre, significa estar sometido a un grado de violencia cotidiana muy fuerte. Y, además, los varones dejan de tomar cuando van a la iglesia, dejan de golpearlas, es entonces un servicio de salud.

Los asentamientos urbanos como la Comuna de la Tierra en Brasil -próxima a inaugurarse- y los asentamientos rurales de los Sin Tierra resuelven eso, la vivienda, la salud, la educación, como los Caracoles zapatistas. Eso en la tradición antigua era asistencialismo; sin embargo, yo creo que hay que pensar en una herramienta con una doble faz, de combate y de contención, porque las personas que hoy necesitan organizarse en movimientos son las personas que el sistema ha excretado a sus márgenes, son desechos humanos para el sistema. Pablo González Casanova publicó un artículo recientemente donde apunta que el sistema planifica la muerte de 2 a 3 mil millones de personas en los próximos cincuenta años, porque sobran. Esos son los que tienen interés en hacer movimientos, no son los estudiantes de clase media de la UNAM o yo. Esa es una herramienta probable que podemos construir en el futuro, hay que pensar no solamente en resistir, en demandar, en sacarle al Estado, sino también en construir todos esos aspectos que mencioné.

¿Dónde queda la disputa por el Estado?

En esa segunda dimensión, antes era sólo por la disputa del Estado, ahora no es sólo eso sino también una defensa del Estado y una disputa al Estado. Le disputamos que nos dé ladrillos, cemento, equipamiento para lo barrios. La disputa al interior del Estado no es la que debería mover las mayores energías, no digo que no deba de hacerse, en determinados momentos habrá que hacer esa disputa, pero no es la tarea principal de los movimientos; no digo que no haya que hacer nada, porque la gente tiene intención de votar y reclamar -y está bien-, y hay que forzar a los Estados a democratizar, o, para decirlo en negativo, impedir que los sectores más reaccionarios se hagan con el poder del Estado.

¿Cuáles son los principales aprendizajes que rescatarías del ciclo de lucha que termina?

Este ciclo puso buena energía en la formación, en la movilización, abierta y horizontal; tuvo poco debate estratégico, o sea, la derrota del movimiento obrero  implicó que nos quedamos sin estrategias, hoy en día no tenemos hipótesis ni estrategias de cómo cambiar el mundo. Hemos llegado al poder y no lo hemos cambiado, hemos llegado al poder revolucionario y al poder electoral y no lo hemos cambiado, hemos sufrido la derrota de 1989 y nos hemos quedado sin estrategias, ese es un punto que atravesó a todos los movimientos de este periodo. Creo que se trabajó bien en estos movimientos sociales en la parte de contención y de construcción de poder popular vía educación, salud, trabajo. Hay miles de asentamientos Sin Tierra en Brasil, por ejemplo, pero creo que hubo poco énfasis en estrategia. Y creo que una vez que se ve que los gobiernos progresistas no son el camino, hay una profundización de esa pérdida de estrategia. Lo que no está claro es qué papel pueden jugar los Estados en esta transición hacia un mundo nuevo, si es que pueden jugar alguno, éste es uno de los aspectos en el que menos debate ha habido.

A diferencia del no-poder de Holloway, yo sí creo que es necesario construir un contrapoder. Pero, en la construcción de esos contrapoderes, ¿qué papel van a jugar los poderes, qué vínculo van a tener con el Estado? Creo que hay una falta de debate, tiendo a pensar que, en general, en la estrategia revolucionaria desde la época de Marx, el Estado es un punto débil en nuestros análisis. Es cierto que los Estados Nación tienden a debilitarse por la propia dinámica del capital transnacional, pero eso no quiere decir que vayan a desaparecer; incluso hay una nueva configuración de poder estatal con los países emergentes, en la que los estados recuperan centralidad: China, Rusia, Brasil. Ahora, esto es un periodo histórico, a mi no me molesta no tener las cosas claras, pero hay que reconocer que no tenemos las cosas claras, aceptar que no tenemos estrategia para dar el debate y tratar de llenar ese hueco. Con el tema del Estado es muy claro eso, no tenemos muy claro si poner energía, cuánta, en qué momento. A mi lo electoral no me hace mucha gracia, pero creo que en determinado momento hay que dedicar cierta energía a eso, ¿pero cuánta?

¿Y los procesos de refundación del Estado de Bolivia y Ecuador?

Ya no hay refundación del Estado, esa es una declaración de hace tres años cuando se aprobaron las Constituciones, lo que hay es el mismo Estado de siempre ocupado por personas diferentes, que no es una cuestión menor, pero eso no es suficiente para hablar de una refundación del Estado. Creo que es bueno decir que nuestro horizonte es la refundación del Estado, pero, como dicen muchos movimientos en Bolivia, lo que se tiene es un Estado colonial. Y no tiene porqué no serlo, porque es muy complejo, no sé si es posible, pero sí es complejo refundar un Estado. Por supuesto que Rafael Correa ya no tiene ni intenciones de refundar nada, pero Evo, que creo que sí la ha tenido, se ha encontrado con esa enorme dificultad. Así como los movimientos deben de aceptar que no tienen estrategia, los Estados progres deben de aceptar que en ese terreno han avanzado muy poco. Refundar el Estado es una tarea que tal vez demande décadas o siglos, no hemos aprendido de las dos grandes transiciones que ha habido, de la antigüedad al feudalismo, que duró de cinco a siete siglos, y desde la peste negra hasta que se consolida el capitalismo. ¿Cuánto pasó? No fueron dos semanas. ¿Por qué pensamos que la transición a un periodo distinto va a ser algo breve? Ese es un problema, somos muy anti históricos, muy poco realistas.

Como dice Wallerstein, con quien simpatizo, estamos en el fin de una época desde hace siglos. Y Marx analiza muy bien esto en El Manifiesto Comunista, cuando habla de la transición del feudalismo al capitalismo, él habla de siglos; y, además, habla de algo mucho más importante que la conquista del Estado, él dice que el capitalismo era un mar de relaciones sociales capitalistas y un cascarón feudal, había que romper el cascarón y se rompió, la destrucción del Estado feudal fue el último paso. Hoy todavía no tenemos relaciones sociales distintas, tenemos aspectos no capitalistas en muchos lugares, como planteaba Braudel, eso de los tres escalones: la vida material, la economía de mercado y el capitalismo. En esa vida material hay muchas cosas no capitalistas, por ejemplo en México, en las colonias populares, se expresa con la vecina que te cuida a los niños, que te ayuda con algo, esas relaciones de solidaridad explican que haya habido un Oaxaca (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca en 2006), resistencias, solidaridad. Ahora bien, para que eso se termine imponiendo como un modo de vida autosustentable y reproducible, eso es otra cosa. Nosotros todavía no tenemos ese mar de socialismo y un cascaron capitalista, el poder de las aves de rapiña es brutal, por eso tenemos que pensar en una transición de largo aliento. Por eso planteo lo de las organizaciones madres, familiares, que sean capaces de resolver la salud, la educación, porque pienso que eso es para todo un periodo histórico. Creo que esos cinco mil asentamientos que tiene el MST en Brasil son claves para una transición futura; porque van a poder sobrevivir, porque va a haber epidemias, va a haber hambre, van a darse problemas muy graves en la humanidad -todo indica que así será si el cambio climático continúa. Por lo tanto, esos espacios sirven para dar contención, resolver problemas de salud, educación, y, además, son espacios de creación de belleza, porque los Sin Tierra se preocupan por cuidar sus asentamientos, desarrollar en ellos las bellas artes, que son lo fundamental para vivir. Ahí hay un tema, de pensar que esto es una tarea que no es para revolver una coyuntura, sino que es de largo aliento.

Ahora que tocas el tema de la subjetividad, ¿cómo podríamos pensar en una transformación que sea a la vez anticapitalista, anticolonialista y antipatriarcal?

Yo creo que es importante saber que la gente no se dedica a estas cosas porque haya hecho una lectura racional de cálculos y ganancias y pérdidas, sino porque afectivamente necesita juntarse con otros; y creo que son muy pocos los movimientos que han trabajado consciente y coherentemente el tema de la mística y la subjetividad, a excepción del MST, que lo hace de manera brillante; y el movimiento indígena, por otras razones, también lo ha trabajado; y el movimiento obrero tradicional también lo hizo. Pero el capitalismo aprendió mucho de los movimientos y ha sido capaz de darle la vuelta, hay una pelea permanente que nunca se termina de ganar; así, en el periodo que viene tenemos que trabajar muy seriamente el tema de una forma de vida austera y bella a la vez; o sea, para ser feliz no hace falta tener una 4x4, para ser feliz es suficiente con ser austero y con apostar a la belleza, y la belleza tiene por lo menos un cincuenta por ciento de vida natural. Vida armónica, vida natural, vida austera y un espacio grande para la belleza y la creación. Hay que recuperar eso, si no trabajamos bien en eso (ya no sólo como movimientos sino como humanidad), lo que está en juego no es sólo el socialismo o el poder del Estado sino la vida sobre la tierra. ¿Es posible? Es necesario, y más si somos siete mil millones; es necesario y algunos muestran que es posible, el asunto es que somos muy cobardes. Parecería que el tener te asegura de la escasez, y de la escasez no te asegura nada, tendríamos que vivir más en la circularidad de los tiempos.