jueves, 23 de agosto de 2012

Crisis económica y ofensiva extractivista


Por José Seoane y Clara Algranati.

América Latina sostuvo su crecimiento hasta el 2011, y eso alimentó ilusiones de blindaje regional ante la crisis global. Pero el panorama es mucho menos tranquilizador. La crisis se expresa hoy en la región como ofensiva extractivista.

Una de las formas en las que se expresa la crisis global en América Latina y el Caribe es bajo la promoción de un nuevo ciclo de mercantilización, apropiación y control de una serie de bienes por parte del gran capital, en especial los que llamamos bienes comunes de la naturaleza. Hemos bautizado a este proceso con el nombre de ofensiva extractivista. No tenemos todavía efectiva conciencia de su magnitud y de las fuerzas que la empujan.

Una evidencia de ello fue la evolución de la Inversión Extranjera Directa (IED) en la región entre 2008 y 2011, que llegó a volúmenes récords; entre 70 y 130% más que el promedio ingresado entre 2000 y 2005, según detalla el trabajo “La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe”, editado este año por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

En 2011 este incremento fue del 31% respecto al año anterior, aumentando la participación regional sobre el total mundial, hasta alcanzar el 10%. Esta IED se orientó mayoritariamente a América del Sur, especialmente a las actividades vinculadas con la explotación de los bienes de la naturaleza. En este proceso se destacan las inversiones en la megaminería, que representaron en 2011 un monto histórico de 140 mil millones de dólares, un 40% más que en 2010 y un 250% superior que en 2003 (Ver "Record en inversión minera").

Una ofensiva del gran capital sobre los bienes naturales que no excluye ciertamente a los territorios de otras regiones del llamado Tercer Mundo. El Banco Mundial, uno de los promotores del proceso global de mercantilización de la tierra, reconoce que entre 2008 y 2009 fueron arrendadas o vendidas 56 millones de hectáreas, especialmente en África y América Latina, resultado de inversiones provenientes en gran parte de los fondos de inversión trasnacionales. A su vez, la frontera agrícola, particularmente bajo el motor de la soja transgénica, no ha dejado de expandirse en los últimos años a nivel regional, consolidando en América del Sur un territorio de soberanía corporativa que ha recibido el nombre de “República de la Soja”.

Finalmente, esta ofensiva se expresa también en el terreno global de la crisis climática; por ejemplo, bajo la llamada “economía verde” impulsada en la pasada Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable (“Río+20”). Una iniciativa que no sólo promueve la ampliación de los “mercados de carbono” y la producción y uso de los agrocombustibles, sino también la utilización del agronegocio basado en las tecnologías de manipulación genética. El empresario sojero argentino Gustavo Grobocopatel, en un artículo publicado por el diario La Nación el 2 de mayo de 2011, afirmaba: “cada vez más las plantas se utilizan como biorreactores… [Que]…no sólo producen alimentos… sino variadas formas de energía, enzimas industriales, plásticos o medicinas… [Y se convierten] en pequeñas plantas industriales”. Así, bajo la excusa de “energías limpias y renovables” para resolver el cambio climático, se intenta justificar un nuevo proceso de mercantilización de la naturaleza.

En estos diferentes terrenos, los pueblos de América Latina han afrontado y combatido en los últimos años y de diferentes maneras los intentos de profundizar el saqueo, la contaminación y la dependencia.

Megacorporaciones y gobiernos

Una de las fuerzas que motoriza esta ofensiva es la del capital trasnacional, representado por unas pocas decenas de megacorporaciones. Pero, junto a éste, de manera asociada o competitiva, aparece también el capital local-nacional tanto bajo la forma de grandes grupos económicos (la Vale, Los Grobo, etc.) que tienen una proyección regional e internacional, como de empresarios menores muchas veces encargados de la realización de las formas más violentas e ilegales de esta acumulación.

Pero esta ofensiva extractivista se instaló también en la agenda de los gobiernos de la región que, incluso más allá de sus diferencias político ideológicas, parecen inclinarse por profundizar este modelo, justificado como una respuesta ante la incertidumbre económica global. En este terreno se cuentan los recientes acuerdos de instalación de las primeras megamineras a cielo abierto en Ecuador y Uruguay, los procesos de contrarreforma agraria y mercantilización de los territorios amazónicos en Perú en 2008, y en la ley de regularización de la apropiación privada ilegal de la Amazonia aprobada también en 2008 en Brasil, bajo el gobierno de Lula. También los proyectos de “reforma energética” y privatización de la petrolera mexicana PEMEX o las intenciones de privatizar la empresa estatal de cobre CODELCO en Chile, y las políticas de promoción del agronegocio y los agrocombustibles en el Cono Sur. Avanzan en el mismo sentido la habilitación de grandes proyectos mineros por gobiernos recientemente electos con un discurso de regulación de la megaminería, como Ollanta Humala en Perú, Beder Herrera en la provincia argentina de La Rioja y el gobierno nacional del mismo país frente al proyecto minero en Famatina. También se suma la profundización y la expansión de la explotación hidrocarburífera, ahora incluyendo los llamados petróleo y gas no convencionales. Son parte de la misma agenda la promoción de la minería transnacional en Colombia y Centroamérica, y el nuevo impulso de los proyectos hidroeléctricos y forestales en el sur chileno.

Por último, la promoción de esta ofensiva extractivista se expresa también en el terreno de la geopolítica regional. Ejemplo de ello es el golpe de Estado parlamentario en Paraguay, prohijado por los sectores latifundistas, del agronegocio y la megaminería. Muestra de su rostro autoritario -presente también en la represión y violencia ejercida ante el conflicto social- y de la iniciativa estadounidense en el control de los bienes naturales signada, a partir de 2009, por el redespliegue militar y los intentos de desestabilización con el golpe en Honduras como una de sus primeras manifestaciones. Menos conocida es tal vez la continuidad de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA). En 2011, entre las iniciativas que presentó la UNASUR para responder a la crisis se incluyó la realización de 31 obras de infraestructura promovidas por el Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (COSIPLAN) que forman parte de la cartera del IIRSA, integrado al COSIPLAN en 2009. De esta manera, la prioridad otorgada a estas obras para facilitar el comercio exterior de commodities es otra expresión de la hegemonía ganada por el modelo extractivo exportador.

¿Ante un nuevo ciclo regional de luchas?

Frente a esta ofensiva, una ola de protestas y resistencias sociales emergió y está desarrollándose en el continente. Allí se cuentan un sinnúmero de las principales luchas y movilizaciones de los últimos años que ponen en cuestionamiento al modelo extractivo exportador. A pesar de la fragmentación y aislamiento al que quiere condenárselas, en múltiples casos lograron detener los emprendimientos o morigerar los efectos más regresivos de las políticas públicas. 

La combinación de estos procesos con el impacto de la desaceleración económica y los ajustes del gasto fiscal, sugiere que estamos frente a la posibilidad de un nuevo ciclo regional de luchas. Ciclo que parte de los cambios y los logros pero también de los límites y frustraciones de lo acontecido en América Latina en la última década. Y donde la construcción colectiva de alternativas populares frente a la crisis plantea también el desafío de elaborar un proyecto alternativo de “otro desarrollo”.

lunes, 20 de agosto de 2012

Violencia, denuncia ¿y después?


Por Julia de Titto.

El video de la golpiza que recibió Natalia Riquelme de su ex marido puso de nuevo en agenda pública la violencia de género. La falta de aplicación de la ley y la exigencia del movimiento de mujeres de la declaración de Emergencia Nacional en este tema.

El caso de Natalia Riquelme surgió a la luz en estas semanas a raíz de la filmación que hicieron sus vecinos del momento en que el ex marido la golpea ferozmente delante de su hija de 5 años, cuando iba a buscarla para compartir el Día del Niño. Desde junio de 2011, Riquelme realizó un total de 17 denuncias ante las fuerzas policiales de Bahía Blanca. Ninguna fue tenida en cuenta hasta que trascendió por los medios de comunicación y las redes sociales el video donde se muestra la feroz golpiza. Según Riquelme la jueza a cargo de la causa ni siquiera la recibió y la única medida que se tomó fue una orden de restricción por el plazo de 90 días, en el cual Julián Eduardo Bilbao no podrá acercarse a menos de 200 metros de la víctima.

Lo que más le preocupa a Natalia Riquelme es la seguridad física y psicológica de sus hijas, en particular de la mayor (de casi 6 años) quien presenciara los golpes: “La nena no quiere ir a la casa, no quiere volver más. Tiene miedo de que vuelva el padre, por más que le diga que no va a venir, porque tenemos un papel”, declaró. Y agregó que “hasta la abuela le pegaba a la nena. ¿Cómo mi hija va a estar con una familia agresiva? No voy a permitir que vuelva a revincularse con su padre”.

El caso de Natalia Riquelme, más allá de la violencia que sufrió y sufre en particular, lo que saca a la luz es la incapacidad y falta de voluntad por parte de los responsables de las políticas sociales de prevenir y erradicar la violencia de género. 17 denuncias sin respuesta, es una cifra que se repite a lo largo y ancho del país.

En este sentido, Susana Chiarotti, integrante del comité de expertas en violencia de género de la Organización de Estados Americanos, afirmó en una entrevista radial en Llevalo Puesto de FM La Tribu que la visibilidad que adquirió este caso, y el de Mariana Elías -que fue atacada a golpes y picaneada por su ex novio, luego de revisarle el celular- quizás sirvan como oportunidad para exigir que el Plan Nacional contra la Violencia hacia las Mujeres, se implemente de una buena vez y le fijen una partida presupuestaria para que el año que viene comience a funcionar.

La violencia de género tiene como situación extrema el femicidio, es decir el asesinato de mujeres por el hecho de ser mujeres. Pero los indicios de una relación violenta parten de mucho antes, y pueden ser detectados previamente a que la situación pase a mayores. Pero una suma de factores que van desde lo cultural a lo político estatal, impiden resolver o prevenir a tiempo estas situaciones. Desde la falta de implementación de políticas estatales que concienticen sobre, prevengan y sancionen la violencia de género -la ley está aprobada desde 2009 y reglamentada desde 2010, pero aún no tiene presupuesto-, hasta que las denuncias en las comisarías son en la enorme mayoría de los casos ignoradas o subestimadas, pasando por que existen muy pocas comisarías de la mujer en el país -44 en la provincia de Buenos Aires y 22 en Santa Fe hasta fines del año pasado- la situación parece no tener respuesta.

Chiarotti analizó: “Las comisarías de la mujer son escasas, no están en todas las ciudades, y puede suceder que las mujeres vayan a una comisaría normal y ahí nos encontramos con personal que no está capacitado, sensibilizado, para atender adecuadamente violencia de género. Entonces la víctima tiene que ir una y otra vez. A veces le toman la denuncia, a veces no. Y ahí llegan al caso extremo de tener que producir su propia prueba como hacer filmar una situación de violencia para tener pruebas para que la justicia las escuche”. Se estima que alrededor del 90% de los casos de violencia de género ni siquiera llegan a ser denunciados por las víctimas. Según la especialista, de todas las etapas que hay desde la denuncia, hasta el juicio, la sanción, la reparación, y el seguimiento de la sentencia, no se está pudiendo resolver el primer capítulo que es el de la denuncia.

Un estudio, elaborado por Diego Fleitas Ortiz de Rosas y Alejandra Otamendi de la Asociación de Políticas Públicas, informa que se estima, según las denuncias realizadas, que en el año 2009 alrededor de 275 mil mujeres fueron golpeadas en todo el país (sin contar aquellas que sufrieron violencia en contextos de robos).

Emergencia nacional

El movimiento de mujeres y feminista se encuentra encarando una campaña en todo el país para que se declare la Emergencia Nacional de Violencia de Género. La iniciativa surgió de distintas organizaciones sociales y de mujeres de provincias del noroeste argentino, y pronto se nacionalizó. Este viernes 24, se llevarán adelante acciones en todo el país para exigir la emergencia nacional.

Noelia Figueroa, secretaria de Género de CTA Rosario, afirmó, en diálogo con Marcha que “Como movimiento de mujeres venimos exigiendo en distintos lugares del país que se declare la emergencia en violencia de género y sexual para que se asignen partidas presupuestarias acordes y se pongan a funcionar los programas que ya existen. Hacemos responsable al Estado en sus diferentes niveles de la falta de seguimiento y control en los casos de denuncias de violencia”. Y también convocó a las mujeres a continuar realizando las denuncias en los lugares pertinentes y a buscar una red de contención para enfrentar las situaciones violentas: “Más allá de estas exigencias por volver efectivas las políticas públicas, es muy importante que todas las mujeres sepan que deben asesorarse, acercarse a los lugares habilitados para tal fin en cada ciudad, hacer las denuncias legales correspondientes, en la comisaría de la mujer, o directamente en la justicia. Es importante hablar con otras mujeres para pedir ayuda, acercarse a las organizaciones que trabajamos con estos temas. Es necesario para todo esto que pidan ayuda ante las primeras señales de violencia de cualquier tipo, que no estén solas y que puedan contar lo que sucede. Que se entienda que no es un problema de cada una en su casa o con sus cosas sino que es un flagelo que nos azota como sociedad”.

viernes, 17 de agosto de 2012

"El asesinato de Mariano nos hace redoblar la apuesta"


Por Anahí Di Santo.

Ayer declaró el primer testigo por el crimen de Mariano Ferreyra. Marcha entrevistó a Nelson Aguirre, militante del Partido Obrero de Almirante Brown, uno de los heridos de bala y querellante en la causa en donde se imputa a 17 personas por el crimen de Ferreyra y el ataque de la patota.

¿Qué sensaciones te dejó declarar en el juicio?

Fue muy duro, sobre todo cuando me tocó recordar a los compañeros tirados en el piso, cuando lo vi a Mariano herido, a Elsa (Rodríguez). Me conmovió mucho porque perdimos un compañero, y Elsa está peleándola, sabiendo que se va a recuperar, pero el daño que se provocó es muy grande. Ahora, siempre con la convicción y la firmeza de que estamos en el camino correcto, que detrás de todo esto hay un reclamo justo, tanto lo que motivó en su momento la movilización de los tercerizados, de los compañeros del Partido Obrero, de los compañeros de las otras corrientes que estuvieron apoyando ese día y se solidarizaron con esa lucha, como el reclamo de justicia por que se castigue a los culpables del homicidio de Mariano y los que han intentado asesinar a Elsa, a Ariel Pintos y a mí también.

Motivado por eso, y respaldado además por una movilización muy grande que se extendió por todo el país, a la hora de ir a declarar uno se siente acompañado, le da aliento y percibe una contención que lo mantiene firme.

¿Cómo fue estar cara a cara con Pedraza y los demás acusados presentes?

 Me dio la impresión de que el hecho de que Pedraza y el Gallego Fernández, dos pesos pesados de la burocracia sindical argentina y de la Unión Ferroviaria, hayan estado en prisión es un golpe muy grande para ellos, no les ha sido gratuito el paso por la cárcel. Y además es la primera vez que se logra poner en el banquillo de los acusados a los autores intelectuales de un hecho. Entonces eso me da más esperanzas de que esto se resuelva positivamente, de que ellos paguen por lo que han hecho. Y para nosotros, los familiares, los compañeros, los amigos, es el primer gran paso para seguir con las demás responsabilidades, porque recordemos que en este juicio no están presentes ni los miembros de la empresa UGOFE, que han autorizado la licencia para alrededor de 80 trabajadores del taller de Remedios de Escalada, ni tampoco están presentes los funcionarios del Estado que fueron cómplices, ya que está probado que hubo una complicidad entre la burocracia sindical y la empresa. Porque todo el negociado que se armó en lo ferrocarriles, que derivó en la protesta de los tercerizados y en el accionar de la patota para encubrir esos arreglos, fue lo que finalmente terminó con la vida de Mariano Ferreyra. Entonces queremos que los que están en el banquillo, de quienes está probada la participación, vayan presos, y que nos permita ir por todas demás las responsabilidades.

¿Cuál es la estrategia que están utilizando los abogados de los acusados?

Son los mismos argumentos que usaron para tratar de evitar el inicio del juicio. Ellos quieren que parezca que lo pasó ese 20 de octubre fue un enfrentamiento y nos acusan a nosotros de que íbamos a cometer un delito -según su parecer- que era cortar las vías, y que la patota en realidad cometió un exceso en el legítimo derecho de defenderse contra ese corte. Esto se cae a pedazos, porque lo que hubo fue un plan criminal trazado por los responsables de la muerte de Mariano que hoy están acusados, fue diseñado y ejecutado como un mensaje hacia los tercerizados, que es que acá no se puede enfrentar al sindicato, que no se puede desafiar a la tercerización y que no se puede reclamar. Porque todo eso va en perjuicio de los negocios que la propia dirección de la Unión Ferroviaria tiene en los ferrocarriles. Y esto quedó en claro a partir de las pruebas que presentó la fiscalía, el resultado de la investigación a partir de las escuchas telefónicas y de una cantidad de elementos que son irrefutables. Entonces se agarran de cualquier elemento para presentarnos a nosotros como violentos, para tratar de mostrar que fuimos a cometer un delito, cuando en realidad los únicos violentos, los que han venido armados y con intenciones claras de matar para frenar el reclamo de los trabajadores, han sido ellos. Y la participación de la policía en todo esto es evidente: primero, la Bonaerense nos reprimió mientras éramos agredidos en la primera oportunidad por la patota, y luego la Federal, que se le abrió paso directamente a los que después cometieron el asesinato. Porque en el momento en que ellos nos empiezan a atacar, la policía directamente desaparece de la escena. Tampoco colaboraron en ningún momento, nunca aparecieron en la escena del crimen para ver si había algún herido, ni siquiera una vez que se oyeron los disparos, las fuerzas intentan detener a los que portaban las armas.

¿Cómo sigue la militancia después de vivir un hecho como éste?

 Con más ganas, porque está en juego el futuro de los trabajadores, de la juventud en la Argentina, y sabemos que por menos que sea, lo que uno puede aportar significa mucho. Por eso también se hace más dura la pérdida de un compañero como Mariano, porque él, como muchos militantes, dio la vida por esta causa que consideraba justa. Entonces ese es un factor que nos hace redoblar la apuesta todos los días, nos impulsa a ponerle más energía a la actividad cotidiana, a la militancia, a la difusión de las ideas que defendemos, a sostener la lucha de los trabajadores, a apoyar los reclamos que son justos. Porque hay compañeros que no hubiéramos querido perder en el camino, como es el caso de Kosteki, Santillán, Fuentealba, Mariano y tantos otros. Es un precio que no queremos que se pague más para que haya un país donde los trabajadores y las clases populares tengan sus problemas resueltos. No queremos que nadie más tenga que pasar por este tipo de hechos para conquistar una reivindicación.

domingo, 12 de agosto de 2012

CONTRASENTIDOS DEL NEODESARROLLISMO


Claudio Katz



La desaceleración de la economía argentina es ya visible en muchos terrenos. La tasa del crecimiento sufre una abrupta caída y en los próximos meses se sabrá si el estancamiento desemboca en recesión. Hay un repliegue de la industria y la construcción que acentúa la escasa creación de empleo de los últimos años y posibilita la destrucción de puesto de trabajo.



COYUNTURA Y PRONOSTICOS



Existen opiniones contrapuestas sobre la duración e intensidad del freno económico. Algunos analistas estiman que la paralización productiva será corta, si en el semestre en curso repunta el nivel de actividad del principal socio del país. Consideran que las medidas de estimulo fiscal adoptadas por el gobierno brasileño repercutirán positivamente sobre Argentina. También pronostican que el ciclo ascendente se reabrirá en el 2013, si se confirman las previsiones de cosecha récord con precios elevados. El aluvión de dólares resultante de esas ventas aliviaría las necesidades fiscales, en un ejercicio con menores vencimientos de la deuda pública.

 Otros economistas describen un horizonte más sombrío, tanto por el agotamiento del ciclo precedente como por la ausencia de inversión privada. Pero nadie avizora la reaparición de una situación de colapso semejante al 2001-02. Se debate el alcance que tendría una recesión, tomando la caída del 2009 como referencia comparativa.

 Resulta muy difícil explicar la coyuntura actual partiendo de un diagnóstico oficial, que retrata como “se nos cayó el mundo encima”. En los hechos ese impacto externo es limitado. Es cierto que el estancamiento de Brasil afecta seriamente a la exportación industrial. Pero la debacle europea tiene consecuencias reducidas y el relativo aislamiento del sistema financiero local, neutraliza los efectos del temblor bancario internacional.

 Por otra parte, los precios por tonelada de la principal exportación argentina se ubican en un impensado récord de los 600 dólares por causas climáticas (sequía en Estados Unidos) y financieras (especulación con las materias primas). La duración de esa sorprendente apreciación es impredecible, pero contribuye a sostener la mejora del 24% que han registrado los términos de intercambio comercial desde el 2007.

 Los economistas del oficialismo relativizan estos datos y estiman que Argentina capea la tormenta global por su acertado manejo de las variables macro-económicas. Contrastan este comando con la desastrosa gestión que prevalece en la periferia europea. Comparan ambas situaciones y remarcan la capacidad que ha exhibido el país para enfrentar el mismo temporal, “sin recurrir al ajuste” .

Esta caracterización no aclara por qué razón los gobiernos neoliberales de América Latina (Chile, Colombia, México, Perú), tampoco atraviesan por un período de ajuste. Afrontan una coyuntura parecida a la Argentina, aplicando estrategias económicas de apertura, privatización y flexibilidad laboral semejantes a sus pares europeos.

 Es evidente que la crisis global tiene impactos distintos en cada región, en función del ciclo o la inserción financiero-comercial de cada país en la economía mundial. Por las mismas razones que la crisis capitalista incide en forma divergente en Estados Unidos y en China o en la India y Francia, la situación de América Latina difiere de Europa. Para comprender este contraste hay que evitar las analogías superficiales, que sólo buscan ponderar los méritos de una política económica en desmedro de otra .

 El contrapunto entre Grecia o España con Argentina no es válido. Se equiparan economías que afrontan contextos objetivos muy disímiles. Lo pertinente sería contrastar la situación actual de esos países con nuestro colapso del 2001-02. Sólo en ese momento Argentina soportaba un desmoronamiento equivalente y conviene recordar que durante ese desplome, todos los oficialistas de turno (del PJ o la Alianza) eran ejecutores del ajuste. Sólo adoptaron la bandera del crecimiento cuando la crisis amainó.

 El uso de la tormenta financiera global como argumento político de ocasión, induce a manipular las evaluaciones, en función de las conveniencias del momento. La misma coyuntura es utilizada para magnificar el torbellino (y justificar por ejemplo el adelantamiento de las elecciones) o para resaltar lo opuesto: la fortaleza de un modelo “blindado” frente a cualquier avatar internacional.

 El análisis serio de lo que está ocurriendo exige, en cambio, constatar el efecto contradictorio de la crisis mundial sobre la economía argentina y las grietas internas del modelo actual. Este esquema ya dejó atrás el primer periodo de expansión sin obstáculos (2003-2008) y la segunda etapa de acotados desajustes (2009-2011).



TRES FOCOS DE TENSIÓN



La inflación es el primer problema específico de la economía nacional. El absurdo encubrimiento de la carestía que realiza el INDEC impide transparentar la gravedad de este flagelo. Los índices provinciales ubican el ascenso de los precios en torno al 23% anual y otras mediciones (encuestadoras privadas, índices barriales, cálculos del Congreso, consultoras oficialistas) estiman porcentajes semejantes.

 La inflación está recreando un alarmante nivel de pobreza e indigencia y tiende a licuar la asignación universal. Podría incluso impactar sobre los salarios del sector formal, al des-actualizar los montos recientemente negociados en las convenciones colectivas. Lo que se acordó en las paritarias perderá vigencia si persiste la escalada de los precios. Este efecto puede ser muy significativo para la mitad de los asalariados en blanco que gana menos de 4000 pesos.

 Muchos determinantes se conjugan para producir el resultado inflacionario, pero los precios principalmente aumentan para mantener la rentabilidad de las grandes empresas. Los grupos capitalistas concentrados aseguran sus beneficios con remarcaciones.

 Desde el 2008 la inflación ha reflejado fuertes restricciones de la oferta, que a su vez derivan del reducido nivel de inversión. Los precios han ascendido por una baja provisión de productos frente a una demanda recompuesta. Con la misma capacidad instalada ya no se pueden satisfacer mayores pedidos de compra.

 También la creciente emisión monetaria comienza a emerger como un acelerador potencial de inflación. El ritmo de creación de dinero se ha multiplicado y la cantidad de pesos en circulación puede motorizar, como en el pasado, una inercia ascendente de los precios.

 El segundo problema importante de la coyuntura es la continuada salida de capitales. Por pagos la deuda y remisiones de utilidades, el año pasado emigraron 13.500 millones de dólares, es decir el equivalente a todo el excedente comercial. Entre fines del 2007 y octubre 2011, el monto total de esos retiros alcanzó 80.000 millones de dólares. Esta sangría sólo quedó neutralizada por los 100.000 millones de dólares que generó la exportación.

 La magnitud de esa salida de capitales obedece a múltiples razones. Las filiales locales de las empresas extranjeras transfirieron enormes sumas de dinero a sus casas matrices, para compensar el deterioro imperante en las economías centrales. Además, muchas empresas locales continuaron diversificando inversiones en el exterior, mientras resguardan parte de su capital fuera del país.

 La industria volvió a enfrentar, por otra parte, el típico cuello de botella externo que irrumpe al cabo de un ciclo de prosperidad. En esos períodos se acentúa el déficit comercial de un sector que consume muchas divisas con la importación de componentes. Finalmente, la inédita avalancha de compras externas de combustible que produjo la decreciente provisión interna de petróleo, determinó otro caudal de dólares perdidos.

 La continuada expectativa de devaluación que genera la brecha cambiaria acentúa la emigración de capitales. El denominado “retraso del dólar” obedece en realidad a un “adelanto de la inflación”, que ha desarticulado la relación entre ambas variables. Desde el 2007 la cotización de la divisa se apreció un 43%, frente a una escala de 189% de los precios internos.

 El tercer problema severo del contexto actual es el desequilibrio fiscal. El superávit fiscal primario se ha esfumado, cualquiera sea la interpretación técnica del cómputo del desbalance (por el financiamiento que realizan el Banco Central y el ANSES). El excedente que rodeó al debut del modelo ha desaparecido y el gobierno recurre a múltiples instrumentos para compensar esa pérdida.

 La ausencia de reformas impositivas progresivas es la principal causa del bache fiscal. Este cambio en la recaudación resulta indispensable para equilibrar con nuevos ingresos, la significativa ampliación del gasto público. La perdurabilidad del viejo sistema regresivo ha dado lugar en los últimos años un desfasaje insostenible, por la magnitud de los desembolsos oficiales en dos rubros muy deficitarios (energía y transporte).

 El deterioro fiscal afecta duramente a las provincias, que incrementaron sustancialmente el empleo público (de 764.000 a 1,2 millones de empleados entre 2003 y 2012) y ahora no pueden financiar esa expansión. La plantilla salarial absorbe más de la mitad de esos presupuestos. El des-financiamiento provincial se acentuó, además, por la pérdida de los porcentuales recibidos en concepto de coparticipación federal. Este ingreso se redujo primero del 50,6% del total (1993), al 34 % (2009) y últimamente al 32,7% (2011)). Frente al enorme rojo que afecta a las cuentas públicas de todo el interior resulta poco creíble la explicación presidencial, que atribuye el desbalance a la ineficiencia de los gobernadores.

 Esa interpretación omite que las mismas limitaciones fiscales golpean al gobierno nacional. Estas dificultades ejemplo han determinado, por ejemplo, el retraso en la adaptación del mínimo no imponible al aumento de los salarios. Por esta razón la incidencia del impuesto a las ganancias sobre los sueldos se ha transformado en un problema de envergadura. Más de 3 millones de trabajadores tributan un gravamen formalmente destinado a los beneficios empresarios. En muchos casos ese pago absorbe un aguinaldo entero.

 Las consecuencias de preservar un sistema tributario tan regresivo saltan a la vista. Las exenciones a la renta financiera y a las industrias promocionadas le restan anualmente al fisco 8900 millones de pesos. Esta suma supera con creces el costo fiscal de 3000 millones de pesos, que implicaría eliminar un gravamen a salarios tipificados como beneficios.

 Pero lo peor es la justificación oficialista de este impuesto como una penalidad a la “aristocracia obrera”. Afirman que este sector mejoró su nivel de ingresos y debe ampliar su contribución impositiva. Con ese criterio se supone que la equidad avanzará con tributos a los trabajadores calificados y eximiciones a los financistas.

 Hace algunos se utilizaba el mismo razonamiento para avalar el arancelamiento de las universidades estatales. Se afirmaba que la clase media debe pagar más que los pobres por el uso de un servicio público. De esta forma se iguala para abajo y elude eliminar los privilegios impositivos que amparan a los grupos enriquecidos.



EL DISFRAZ DEL AJUSTE



La inflación, la salida de capitales y el déficit fiscal han complicado el escenario económico. El establishment presiona al gobierno para que implemente un fuerte atropello contra los trabajadores. Desde noviembre pasado hacen valer esa exigencia en el mercado cambiario, a través de grandes compras de dólares.

 Los hombres de negocios plantean tres reclamos -corte de la emisión, devaluación y re-endeudamiento- a través de viejos voceros, que han vuelto a la pantalla (desde Broda hasta Cavallo). Despliegan sus recomendaciones apostando a la amnesia colectiva de lo ocurrido en los 90.

 Los antiguos expertos de la Convertibilidad despotrican contra restricciones a las libertades económicas individuales, como si la economía capitalista funcionara sin estrictas regulaciones. Repiten la trillada comparación de la economía doméstica con su equivalente nacional, para recordar que “no se puede gastar más de lo que ingresa”. Pero no sólo olvidan sus récords de endeudamiento. Omiten la diferencia cualitativa que separa a una familia -con recursos acotados- de un estado, con capacidad para incidir sobre el nivel general de actividad mediante políticas macro-económicas.

 Los derechistas pronostican el “rodrigazo” y lo impulsan en la práctica. Buscan la auto-destrucción del gobierno actual, fantaseando con el retorno del neoliberalismo ortodoxo. Ante el desmoronamiento de las economías que elogiaban en la década pasada (como España o Irlanda), ahora convocan a imitar el modelo chileno, peruano o colombiano.

 Pero lo más chocante es su despliegue de hipocresía. Los apologistas del libre-comercio cuestionan la “soja-dependencia” (Melconian). Los antiguos voceros de las AFJP alertan contra el “derroche del dinero de los jubilados”. Los emporios periodísticos que lucraban con la privatización del sistema previsional titulan con las desgracias de la clase pasiva (Clarín). Los ex gerentes de bancos norteamericanos denuncian el aumento del endeudamiento público (Prat Gay).

 Algunos ajustadores reclaman directamente la devaluación (López Murhpy). Otros proponen lo mismo con fórmulas más elegantes. Hablan de “corrección cambiaria” (Frenkel), “ordenamiento de las variables desajustadas” (Lavagna) o eliminación del “cepo cambiario” (Llach). Todos ocultan que esa medida provocaría un deterioro inmediato de los ingresos populares .

 Ninguno propone reducir la inflación acotando la rentabilidad de los capitalistas. Recetan un enfriamiento de la economía que denominan “política antiinflacionaria eficaz” (Rapaport Luis), o “sinceramiento de los precios” (Frigerio). Tampoco se les ocurre corregir el déficit fiscal cortando las subvenciones a los grandes grupos. Sólo convocan a terminar con “la fiesta del gasto público” (Oppenheimer). Su verdadero objetivo es anular las mejoras sociales logradas en los últimos años .

 Los derechistas consideran pecaminoso reducir el desbalance de las cuentas públicos con algún impuesto a los acaudalados. Por esta razón pusieron el grito en el cielo, ante el tibio revalúo rural realizado en la provincia de Buenos Aires, para actualizar valores de terrenos que tributaban siete veces menos que en 1984.

 Los economistas del establishment han hecho también un escándalo por el control de las importaciones (Sturzenegger), omitiendo que estas restricciones son la norma en sus ponderadas economías centrales. Algunos diarios (La Nación) llegan al extremo de advertir contra represalias norteamericanas o europeas, ignorando las barreras arancelarias que traban el ingreso de exportaciones argentinas a esos países .

 Para enmascarar el programa de ajuste los medios de comunicación utilizan un concepto mágico: “recuperar la confianza”. No aclaran que esa ansiada seguridad está exclusivamente dirigida a los grandes capitalistas. Su obsesión es “mejorar el clima de los negocios” con mayores protecciones a las ganancias.

 Los derechistas hacen campaña para reemplazar “la mala praxis” de la gestión actual por el manejo experimentado de los viejos gerentes del poder económico. Suponen que la satisfacción de los banqueros y los industriales asegura el funcionamiento óptimo del sistema. Todavía no han percibido que la crisis global estalló con la aplicación de esas recomendaciones, durante dos décadas de irrestricta práctica neoliberal.



LAS OSCILACIONES DEL OFICIALISMO.



El gobierno ignora públicamente los problemas de la economía y difunde un imaginario escenario de prosperidad. Pero en los hechos toma en cuenta la agenda de los poderosos y ha oscilado entre el ajuste dosificado y acotado (“sintonía fina”) y el reciclaje de la reactivación con inflación. Vacila entre ambos rumbos y desenvuelve una administración a los tumbos, con gran dosis de improvisación.

 Hasta marzo pasado impulsaba el torniquete, mediante la fijación de estrictos techos a los aumentos salariales (18%). Los discursos contra los sindicatos y las huelgas pavimentaban ese camino. Con ese propósito se descalificó la lucha social y se multiplicaron las convocatorias a la pasividad de los trabajadores (“en Europa no bloquean el Palacio de la Moncloa”).

 Pero la suscripción de los convenios colectivos con aumentos superiores al 23% debilitó esa estrategia. Los indicios de resistencia popular y un contexto adverso a la confrontación con los asalariados, indujo al gobierno a cajonear su proyecto inicial. La conmoción creada por la tragedia de Once definió el viraje que debutó con la postergación del tarifazo al transporte.

 La “sintonía fina” ha quedado reemplazada por un nuevo ensayo de reactivación basado en el consumo. La creciente gravitación del equipo de Kicilof confirma la preeminencia de esta opción. Apuestan a una desaceleración corta de la economía y a superar el bache actual con la misma política anti-cíclica que se aplicó en el 2009.

 Pero la viabilidad de esta repetición es dudosa. Hace tres años existían amplios recursos fiscales y recién comenzaba la salida de capitales y la aceleración de la inflación. El colchón para adoptar medidas de gran impacto (como fue la asignación por hijo) se ha reducido y las negociaciones con las empresas -para limitar los despidos a cambio de subsidios- serán complejas. Estas tratativas no han servido, además, para atenuar la remarcación de precios o remontar la caída de la inversión privada.

 El gobierno intenta incentivar la demanda, regulando el ciclo y alentando la producción. Pero se han acumulado demasiados antecedentes de aplicación tardía y eficacia decreciente de esas medidas. No es lo mismo ensayar en el 2012 lo que debía instrumentarse en el 2005 o el 2007. Este desfasaje se verifica en numerosos terrenos.

 El equipo gobernante ha decidido, en primer lugar, eludir la devaluación mediante una mayor pesificación de la economía. El objetivo declarado es canalizar los dólares circulantes hacia la actividad productiva y resguardar las divisas. Algunos economistas realzan, además, la necesidad patriótica de recuperar la primacía de la moneda nacional y convocan a ignorar los vaivenes del mercado paralelo .

 Pero la pesificación comienza cuando ya salieron gran parte de los dólares que debían custodiarse. Se toleró la fuga de capital, la remisión de utilidades y las erogaciones multimillonarias para adquirir combustible importado. Es indudable que el control de cambios es el punto de partida de una política de protección de la economía nacional frente a la inestabilidad global. Pero ese objetivo no se logra con acciones espasmódicas, arbitrarias y provisionales.

 Un segundo ejemplo de reacción tardía es el anuncio de un plan de créditos para las viviendas, luego de años de aliento a construcciones de lujo, que encarecieron la propiedad urbana imposibilitando su acceso a los sectores populares. El nuevo programa no se financiará con impuestos a los capitalistas que se enriquecieron con la expansión inmobiliaria, sino con fondos del ANSES. Se argumenta que volcando esa reserva a la construcción habrá reanimación de la economía y mayor caudal de dinero para pagos futuros de las jubilaciones. Pero los mayores de edad necesitan mejoras inmediatas y no pueden esperar los frutos de esa prosperidad.

 Si bien la cobertura total de la población se elevó significativamente (del 68% en el 2005 al 91% en el 2010), las jubilaciones promedio rondan el 40-50% del sueldo medio. El 75% cobra la mínima y muchos padecen la licuación de haberes sufrida entre el 2002 y el 2006. Existen, además, 266.000 juicios en espera de resolución y cada año se abona sólo un cuarto de las sentencias firmes. Es cierto que el dinero del ANSES debe ser invertido en actividades productivas internas, pero la prioridad es saldar las deudas pendientes con los mayores.

 Si continúa, además, la utilización de los recursos de la previsión social para los gastos corrientes del estado (asignación universal, programa conectar, déficit de provincias), el Fondo de Sustentabilidad corre un serio riesgo depreciación. El año pasado aumentó 12,1% frente a una inflación de 24%.

 La decisión de obligar a los bancos a destinar un porcentaje de su cartera a los créditos de inversión, constituye un tercer ejemplo de medidas tardías e insuficientes. Durante años el discurso industrialista no tuvo eco real en la actividad financiera. Los bancos ganaron fortunas con préstamos al consumo y operaciones de intermediación con títulos públicos.

 Algunos economistas señalan que las nuevas medidas de orientación crediticia son factibles recién ahora, que concluyó la reforma a la carta orgánica del Banco Central. Afirman que estos cambios amplían la posibilidad de utilizar las reservas en políticas anti-cíclicas. Sostienen que se puede finalmente adaptar la cantidad de dinero a las necesidades de la economía y no sólo a las metas de inflación .

 Cumplir con esos objetivos exigiría nítidas prioridades productivas para el uso de las reservas. Es cierto que se han eliminado los vestigios de convertibilidad y los ficticios criterios de independencia del BCRA. Pero se aceptan otros condicionamientos de gran envergadura, como son los pagos de la deuda externa con dólares atesorados. Se utiliza, además, una retórica engañosa para justificar esas erogaciones. La reciente la cancelación del BODEN 2012 constituye el ejemplo más reciente de esta actitud.

 La medida fue presentada como un acto patriótico (“sin deuda somos más libres”), que zanja una herencia ajena (“terminamos de pagar el corralito que nos dejaron otros”). Pero en los hechos se convalidó la socialización de pérdidas que ocasionó la devaluación con pesificación asimétrica del 2002. Esta compensación favoreció mucho más a los bancos que a los ahorristas, puesto que sólo el 23% del segundo grupo pudo retener los títulos. La mayoría debió liquidarlos a bajos precios.

 El pago de ese emblemático bono efectivamente aumentó la autonomía del gobierno para gestionar las finanzas públicas. Lo mismo ocurrió con la cancelación anticipada de la deuda al FMI. Pero lo importante es notar como ese margen de acción es utilizado para favorecer a los grupos capitalistas más concentrados.

 El manejo de la actividad petrolera constituye un cuarto ejemplo de abordaje a destiempo de los problemas, achacando la culpa a otros. Durante ocho años el gobierno desoyó las incontables denuncias del saqueo perpetrado por REPSOL. Se elogiaba a la empresa, convalidando un vaciamiento que sólo en la Cuenca Neuquina dejó una deuda ambiental 5000 millones de dólares. La estatización sobrevino cuando la pérdida del auto-abastecimiento, la caída de las reservas y los gastos de importaciones crearon una situación insostenible.

 La estrategia petrolera actual constituye una gran incógnita. Por un lado, se designó al frente de YPF a un gerente de las petroleras privadas (Gallucio), que aspira a concertar contratos privilegiados con esas compañías, aumentando los precios en boca de pozo. Por otra parte, se ha extendido el control estatal sobre todas las inversiones y ganancias del sector, revirtiendo la libre-disponibilidad del crudo, mientras se suscriben interesantes convenios de asociación con PDVSA. Estos vaivenes en el manejo de los hidrocarburos siguen la misma pauta ambivalente que impera en el ámbito de la moneda, la producción o las finanzas.



AFINIDADES ENTRE DOS MODELOS



La política económica del kirchnerismo oscila junto a los grandes desequilibrios que afectan a la economía argentina. El oficialismo intenta gestionar estas tensiones sin revertir sus causas. No modifica la fragilidad de la estructura productiva nacional y en varios terrenos acentúa esa vulnerabilidad.

 El modelo avala la creciente dependencia de un mono-cultivo que expande su preeminencia. La soja se extiende con deforestación y agro-tóxicos hacia toda la superficie agrícola, generando desalojo de campesinos, concentración de tierra y reducción del número de explotaciones.

 El mismo impacto produce la ampliación de la mega-minería a cielo abierto, que amenaza la provisión del agua proveniente de los glaciares. Esta actividad destruye cultivos tradicionales y afianza “economías de enclave” manejadas por compañías transnacionales, que no generan empleo, ni pagan impuestos acordes a su actividad. Este perfil extractivo ha quedado agravado por la escasez de combustible, que sucedió a la pérdida del auto-abastecimiento. La falta de petróleo y gas obstruye el desenvolvimiento de la economía.

 Al cabo de ocho años de alto crecimiento tampoco se observa un efectivo repunte de la industria. El sector manufacturero se ha expandido bajo el impulso de los vaivenes cíclicos, sin corregir su escasa diversificación, elevada concentración, continuada extranjerización y sistemática transferencia de utilidades al exterior.

 Por estas razones reaparecieron las viejas restricciones que afectan a un sector altamente dependiente, sectorialmente fracturado y comercialmente deficitario. Las importaciones aumentan a un ritmo superior a las ventas externas y perdura la decreciente integración de componentes nacionales.

 El modelo funciona convalidando una lógica capitalista de alta rentabilidad, que promueve la fabricación de autos en lugar de trenes y la construcción de torres residenciales, en desmedro de complejos habitaciones populares. Se ha privilegiado el consumo de altos ingreso y no el desarrollo productivo.

 Es cierto que en este marco se consumó la recuperación de importantes conquistas populares. La política oficial convalidó, en este terreno, la vigencia de relaciones sociales de fuerza más favorables a los asalariados. Por esta razón los sueldos del sector formal aumentaron al compás de la inflación. Pero esos logros de los trabajadores registrados no se han extendido al resto de los asalariados. Al contrario se afianza la fractura entre empleados inscriptos con protección social y precarizados carentes de cualquier cobertura.

 La masa de informales continúa padeciendo terribles condiciones de explotación laboral y paupérrimos ingresos. La existencia de un gasto social mayúsculo confirma la gravitación del asistencialismo y la escasa inclusión de los desamparados. La desigualdad se mantiene en niveles semejantes a la mitad de los 90 y sería ingenuo suponer que el modelo es ajeno estos resultados.

 Algunos partidarios del oficialismo ignoran estos problemas, otros repiten el latiguillo de la “herencia recibida” y ciertos analistas estima que las dificultades son mucho menores que los logros alcanzados. Sustentan esta opinión en el fuerte rechazo que suscita el modelo entre los críticos derechistas y el significativo elogio que despierta entre los economistas progresistas del exterior. Estiman que ambas reacciones corroboran el tránsito por el buen sendero .

 Pero este contrapunto sólo ilustra cómo se han polarizado las opiniones entre el esquema neo-desarrollista vigente y los planteos de la ortodoxia neoliberal. Estas dos opciones son vistas como los únicos cursos factibles y por eso se debate exclusivamente las diferencias entre ambos modelos. Las distinciones más resaltadas son la política económica (tracción de la economía por la demanda o la inversión), la gestión del estado (regulación o privatización) y los intereses dominantes en disputa (grupos agro-industriales versus financistas) .

 Pero al enfatizar sólo esas divergencias se pierde de vista los múltiples vasos comunicantes que enlazan a los dos proyectos. Este parentesco obedece en gran medida a la impronta conservadora que presenta el neo-desarrollismo contemporáneo. Esta corriente es reacia a cualquier redistribución real de los ingresos, que mejore el nivel de vida popular a costa de los beneficios empresarios. Por esta razón no reduce la desigualdad con medidas de progresividad impositiva.

 La brecha social no podrá achicarse sin afectar las ganancias que el modelo actual promueve, como un motor del desarrollo económico. Los teóricos neo-desarrollistas desconocen este hecho porque mantienen una mirada idílica del capitalismo y suponen que el aliento del lucro es plenamente compatible con mejoras significativas y sustentables de las mayorías populares. Pregonan el avance hacia el bienestar de todos los ciudadanos mediante el perfeccionamiento de las instituciones políticas vigentes, como si los conflictos sociales y los antagonismos de clases fueran anécdotas del pasado.

 El neo-desarrollismo argentino constituye la avanzada regional de una concepción que está ganando terreno en varios países latinoamericanos, ante el creciente desprestigio del neoliberalismo. Comienza incluso a prosperar en Brasil, a través de una modalidad hibrida que despuntó en el segundo mandato de Lula .

 A diferencia del viejo desarrollismo, sus promotores actuales subordinan la industrialización a la exportación de bienes primarios y no canalizan la renta captada por el estado, hacia el desarrollo de empresas públicas. Tampoco jerarquizan el mercado interno y aceptan la reinserción pasiva de América Latina como proveedor internacional de minerales, alimentos o combustible.

 El neo-desarrollismo sintoniza con los sectores de las clases dominantes que han internacionalizado sus fuentes de lucro. Promueve los negocios de estos grupos mediante intervenciones más activas del estado, mayor coordinación regional y creciente autonomía financiera. Inscribe todos sus proyectos en la nueva etapa de mundialización capitalista y abandonó las veleidades antiimperialistas del pasado.



¿RESURGIRÁ LA BURGUESÍA NACIONAL?



Los defensores del modelo ponderan la recuperación de un manejo soberano de la economía, pero nunca aclaran quiénes son los principales beneficiarios de esa gestión. En lugar de especificar estos sujetos responden con generalidades (toda la sociedad), con reminiscencias nacionalistas (el país, la patria) o con alusiones tangenciales a las mayorías (el pueblo). Sólo algunos economistas reconocen que el principal objetivo social del esquema en curso es recrear la burguesía nacional, que tantas veces ponderó Kirchner.

 Pero este propósito choca con la inexistencia de grupos capitalistas de envergadura exclusivamente centrados en la acumulación local y el mercado interno. Los distintos segmentos de ese empresariado ya no ocupan lugares preeminentes en la cúspide del poder económico. El establishment ha quedado muy configurado por grupos exportadores y firmas diversificadas, con grandes capitales e intereses en el exterior.

 En los últimos ocho años se utilizaron cuantiosos recursos del estado para alentar el resurgimiento de la burguesía nacional, esperando que apuntale el desenvolvimiento del modelo. Esas subvenciones fueron íntegramente costeadas por los sectores populares y el resultado ha sido decepcionante. Nuevamente se repitió la infructuosa experiencia de un “capitalismo de amigos”, que dilapida recursos y obstruye la industrialización. Analistas muy afines al esquema actual reconocen este fallido resultado .

 La sucesión de escándalos de corrupción constituye una expresión de este fracaso. Las coimas son un condimento insoslayable de cualquier estrategia de forjar una clase capitalistas con prebendas del sector público. Pero el montaje de negocios paralelos a la regulación estatal ha florecido, sin ninguna contrapartida de inversión privada o expansión productiva.

 El caso Ciccione representa el más reciente de estos negociados. Como involucra al vicepresidente -en un tema tan sensible como es la impresión de moneda- alcanzó gran resonancia. El choque entre el grupo apadrinado por Boudou y el sector competidor de Boldt (protegidos por varios gobernadores) ha sido acompañado por la secuencia habitual de enriquecimiento de altos funcionarios. El ruido que han hecho los medios de comunicación enemistados con el gobierno (como Clarín) es proporcional al silencio que mantienen, cuando los negociados afectan sus propios intereses (fondos de pensión, agro-industria, papel prensa).

 En cualquier caso, lo importante es notar la existencia de un gran entramado de grupos capitalistas, que lucran con el modelo neo-desarrollista sin recrear la esperada burguesía nacional. Esos sectores son agraciados con subvenciones oficiales que atesoran, despilfarran o fugan, sin consumar las inversiones que prometen.

 Frente a estos desengaños la reacción oficial ha sido el reemplazo de un incumplidor por otro sustituto de la misma especie. Últimamente habrían quedado desplazados Britos, Eurnekian y Mindil, mientras Cristóbal López sigue en carrera y se buscan nuevos aliados para los baches dejados en varias actividades (petróleo, electricidad, carreteras) .

 Lo ocurrido con el ferrocarril es particularmente ilustrativo de esta tendencia oficial a sustituir un socio en desgracia por algún reemplazante de la misma plantilla. Luego de la tragedia de Once le quitaron la concesión a Cirigliano para transferírsela a Roggio-Romero. Este enroque preserva la misma estructura vigente desde hace décadas, con el auspicio mafioso de los mismos funcionarios y burócratas sindicales integrados a la UGOFE. Se demostró que un “estado presente” puede resultar tan pernicioso como su contraparte “ausente”, si contribuye a organizar negociados (Jaime) y a convalidar complicidades (Schiavi).

 Los economistas K continúan debatiendo por qué razón está bloqueada la reaparición de los empresariados virtuosos que observan en otras latitudes. Algunos consideran que existe un determinante histórico difícil de remover, en un país conformado en torno a la renta agraria. Otros estiman que perfeccionando los sistemas de control estatal, se logrará modificar el patrón de capitalistas argentinos reacios a la inversión o al riesgo y acostumbrados al lucro de corto plazo.

 Nadie sabe si alguna vez reaparecerá la esperada burguesía nacional. Pero desojar la margarita tiene su costo, ya que el gobierno destina monumentales subvenciones a ese proyecto. Si transparentaran esas cifras resultaría muy difícil defender públicamente semejante dispendio. En última instancia, el problema económico y social de Argentina no radica en la modalidad de capitalismo predominante, sino en la continuidad de un sistema que genera explotación, sufrimientos e injusticias. Los males del capitalismo no se corrigen buscando otro capitalismo.



CONFUSIONES Y OPORTUNIDADES



La prioridad que asigna el neo-desarrollismo al fortalecimiento de los grupos empresarios locales, obliga a postergar la satisfacción de muchas demandas sociales. Los fondos públicos derivados a la actividad privada son retraídos de su utilización popular. Afortunadamente los trabajadores y los movimientos sociales continúan con sus peticiones, sin quedar paralizados por las metas burguesas que auspicia el oficialismo.

 Esta intensa práctica de movilizaciones, piquetes y huelgas continúa junto al importante nivel de combatividad que caracteriza a los trabajadores argentinos. Pero esta acción no se traduce proyectos propios, contrapuestos a las distintas vertientes políticas que propician estrategias neoliberales o neo-desarrollistas. La gestación de un tercer polo -que rompa el aprisionamiento a esas dos opciones de las clases dominantes- es una asignatura pendiente de la izquierda y del progresismo genuino.

 Para avanzar en esa construcción resulta indispensable evitar que las críticas al gobierno se confundan con los cuestionamientos que propaga la reacción neoliberal. Es vital explicitar esa diferenciación, en el actual contexto de bombardeo mediático derechista. El establishment busca difundir la imagen de objeciones uniformes, complementarias y compatibles de todos los opositores, contra un enemigo gubernamental común. Esta estrategia de confusión privilegia especialmente la temática económica.

 Durante los últimos años muchos críticos centroizquierdistas del kirchnerismo coquetearon adrede o en forma involuntaria con ese operativo. Últimamente esta actitud se ha modificado, pero no ha desaparecido. Algunos todavía resisten el registro de las diferencias que separan al gobierno de los neoliberales. Ese desconocimiento es fatal y conduce al desconcierto, cada vez que el oficialismo adopta alguna medida limitadamente progresiva (como la reciente expropiación de YPF). La desubicación es aún mayor entre quiénes repiten el libreto de los medios contra el “autoritarismo”, la “caja” o el “populismo” presidencial.

 En la izquierda se observan casos más extremos de esta ceguera. Ciertos críticos han invertido por completo la interpretación de los sucesos económicos y caracterizan a la pesificación, como el debut de un “rodrigazo” y a la nacionalización de YPF, como un anticipo de la reprivatización de esa compañía. Emiten, además, pronósticos de estallidos financiero o cambiario en estricta sintonía con el guión del establishment .

 Esta confusión proviene de presentar los conflictos que involucran intereses nacionales o populares, como simples disputas inter-capitalistas. También deriva de la incapacidad para percibir las conquistas sociales o democráticas que se han obtenido en los últimos años. Con esa postura no se pueden tender puentes hacia las mayorías populares, que observan con simpatía al gobierno actual.

 A pesar de la polarización que se ha creado entre el universo K y anti-K, los sectores politizados de la población escuchan con atención los mensajes de la izquierda y progresismo. Pero la recepción efectiva de estos planteos en depende de la calidad y la formulación que tienen esos mensajes .

 Hay buenas condiciones para avanzar hacia la construcción de una tercera alternativa genuinamente popular. Pero hay que afinar la puntería, mejorar las propuestas alternativas y profundizar la elaboración colectiva.

 7-8-2012

sábado, 4 de agosto de 2012

Salta la linda, Salta la precarizada...


Mónica Carmona continúa resistiendo los embates de la precarización laboral. Luego de realizar una huelga de hambre, se encadenó a la puerta del Municipio de Campo Quijano, ante la falta de respuesta de las autoridades.

 Mónica Carmona, de 45 años, lleva 16 años trabajando en la Municipalidad de Campo Quijano, en la provincia de Salta. Luego de haber sufrido la precarización laboral durante este período, con un salario de bolsillo de $750, en donde más del 80% era cobrado en negro, ahora es víctima de la persecución y discriminación política.

Los episodios comenzaron cuando hace un año atrás, se firmó un Convenio Colectivo entre la Municipalidad y el Ministerio de Trabajo, buscando dar por tierra la situación no sólo de Carmona sino de otros cuatro trabajadores en las mismas condiciones. Como respuesta ante tal situación, el intendente, Manuel Cornejo, sólo firmó el decreto de incorporación de cuatro de ellos, exceptuando el pase a planta permanente de Mónica Carmona.

Posteriormente, discriminada y excluida de su derecho a un trabajo digno, luego de dieciséis años de dedicación como Auxiliar Administrativa en la Casa de la Cultura, Carmona inició la “medida extrema” de una huelga de hambre: “Lo responsabilizo socialmente, porque en términos de derechos humanos, esto es un abandono de persona”, señaló Carmona, luego de recuperarse de una descompensación que la llevó a estar internada en el Hospital local.

Los reclamos de organizaciones, gremios y compañeros se hicieron oír y Carmona accedió a una instancia de diálogo. Sin embargo, tras una trunca conciliación obligatoria en el Ministerio de Trabajo el pasado lunes, los argumentos de Cornejo ante la imposibilidad de incorporarla a planta permanente fueron la ausencia de las condiciones financieras, además de remarcar que Carmona tiene cinco sumarios por irregularidades laborales. Antes estas declaraciones, la trabajadora denunció: “Esto es una persecución hacia mí ya hace 5 años y es por cuestiones políticas, en donde nunca están claros los motivos. Siempre estuve colaborando y trabajando, hasta puse mi vehículo personal para trabajar”.

Para entender el entramado político detrás de este conflicto, Cornejo es hijo del legado menemista en la provincia, aliado de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y del gobernador Juan Manuel Urtubey. Miembro del Partido Renovador de Salta (PRS) a través del cual obtuvo la intendencia, dicho partido fue a las ultimas elecciones aliado con el Frente para la Victoria (FPV).

Un derecho hasta el extremo

Cuando las voces de los sectores en lucha resuenan y el poder político de la provincia responde con evasivas ante la falta de argumentos, Carmona decide redoblar la apuesta. Desde el día de ayer, está encadenada en la puerta del edificio municipal de Campo Quijano a raíz de la decisión del intendente del Municipio de dejarla en situación cesante “por ausencias injustificadas”.

Sin embargo, en diálogo con Marcha, Marcelo Quispe, integrante del Frente Popular Darío Santillán (FPDS) menciona que dichas acusaciones “no han sido comprobadas debidamente, ya que en su último recibo de sueldo no figuran apercibimientos ni sanciones por llegadas tarde”. Por su parte, el delegado gremial de los municipales de Campo Quijano, Marcelo Villar, declaró: “Primero se incumple una negociación colectiva, cansada de no tener respuesta decidió una medida extrema”, agregando que “el intendente en vez de buscar una conciliación y bajar los ánimos, sigue en una profundización del conflicto”.

Carmona asegura que, a partir de los últimos episodios ocurridos, se pondrá “en contacto con un abogado laboralista para iniciar una acción judicial contra el Intendente, Manuel Cornejo”. La persecución es de tal magnitud que compañeras que apoyaron su reclamo -y también se encontraban en situación de precarización laboral dentro del mismo municipio- fueron despedidas en estos últimos días, luego de sumarse al acompañamiento de diversos gremios, familiares y compañeros de trabajo, ante el agravamiento de su salud en el marco de la huelga de hambre.

Por su parte, el Secretario de ATE Salta, Juan Arroyo, mencionó que se llevaron adelante esfuerzos en vano para hacer contacto con el intendente, así como con el ministro de Economía provincial, Carlos Parodi, quien a su vez los derivó con el secretario de Gobierno, Oscar Rocha Alfaro. Es decir, las voluntades políticas de un gobierno que se reivindica peronista, desoyen las necesidades del Pueblo.

Desde el Frente Popular Darío Santillán (FPDS), junto con la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), se denunciaron irregularidades en toda la provincia, así como en el mismo municipio en donde se encuentran en la misma situación otros trabajadores que actualmente cobran 7 pesos la hora. Quispe habló con Marcha y denunció la gravedad en la que se encuentran Carmona y muchos otros trabajadores de la provincia: “Ya sea el sector de los contratados como otro sector que es el de los trabajadores en negro, la precarización es tremenda” y agregó: “La provincia convoca a muchos trabajadores que, bajo una situación de vulnerabilidad laboral, aceptan trabajar en negro: cobran entre 200 y 300 pesos mensuales para hacer reparaciones y changas. Es decir, son trabajadores que están en una relación esclava, ya que los llaman cuando quieren”. Quispe a su vez confirmó que el FPDS va a acompañar en la lucha a todos los reclamos laborales “para exigir la normalización de las condiciones dignas de trabajo, con una contratación que reconozca el valor de cada hombre en la sociedad”.






"Nuestra experiencia nos ha enseñado que, sobre todas las cosas, debemos ser pacientes, perseverantes y decididos. A veces pasan meses sin que nada aparentemente suceda. Pero si se trabaja con ejercicio de estas tres cualidades, la tarea siempre ha de fructificar; en una semana, en un mes o en un año. Nada debe desalentarnos. Nada debe dividirnos. Nada debe desesperarnos". Agustín Tosco