Bellucci, Mabel
Activista feminista y queer. Ensayista en
movimientos sociales en la Argentina. Integrante de la Campaña Nacional por el
Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Integrante del Consejo de Redacción
de Herramienta
En mayo de 1973, para las elecciones nacionales, se presentó
la fórmula presidencial Juan Carlos Coral-Nora Ciapponi por el Partido
Socialista de los Trabajadores (PST), resultado de una fusión entre el Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT), fracción La Verdad (por el nombre de
su periódico) y el Partido Socialista Argentino (PSA), Secretaría Coral.
En esos años, el PST tomó relevancia por ser el único
partido local empeñado en proponer un programa específico en diversos planos
sobre la égida femenina, tanto por los contenidos de sus reivindicaciones como
por las formas de lucha contra la opresión de las mujeres. De alguna manera,
logró apartarse de la mirada economicista propia del marxismo clásico. Si bien
en ciertos enclaves partidarios de la época también hubo intentos de reconocer
tanto la subordinación femenina como la trascendencia de las mujeres en el
proceso revolucionario, no pudieron dar respuestas a dicha opresión por entenderla
únicamente como una consecuencia de la condición de clase más que de la de
género. En efecto, los reclamos feministas eran desechados y/o minimizados en
el mejor de los casos, por considerarlos fuera del campo estratégico para la
toma
Entre tanto, las premisas fundantes del Movimiento de
Liberación de la Mujer (MLM)se esparcieron por el mundo y sortearon todo tipo
de murallas. No por nada, desembarcaron en nuestras tierras, hacia 1970. Ese
feminismo –conocido también como “La Segunda Ola”– convocó la atención en torno
a las prácticas de la supremacía masculina mediante determinados mecanismos a
través de los cuales se inculcó, normalizó y reforzó la subordinación femenina
y, por ende, su exclusión. Con sus voces y sus cuerpos, tanto en Estados Unidos
como en Europa, las mujeres denunciaban lo que en el pasado había sido un
secreto a voces, pero ahora –en esa coyuntura de posibles embates insurgentes
en Occidente– todo se tornaba un acierto. El grueso del activismo comenzó a
intervenir a partir de su propia opresión y a elaborar estrategias de acciones
dentro y fuera de sus entornos. De esa manera, irrumpieron en el escenario
internacional, para la conquista de sus derechos, más sentidos: el trabajo, la
educación, el mundo conyugal y familiar, la cotidianidad y, en especial, las
sexualidades. Eso sí, el movimiento arremetió con una pujanza arrolladora sobre
el mundo velado de los cuerpos y las alcobas. La vida erótica e íntima quedó en
su mira.
De allí la importancia de que el PST introdujera en sus normas
programáticas (no sólo para la campaña electoral a la que nos referimos) parte
de aquellas reivindicaciones realzadas por el MLM. De este modo y de muchos
otros más, las activistas de este partido consideraron que la raíz de la
opresión femenina partía de la articulación entre la sociedad capitalista y la
patriarcal; es decir, que la explotación de clase y la de género representaban
dos caras de un mismo sistema y se retroalimentaban mutuamente. Por lo tanto,
abordaron los derechos civiles, políticos, laborales y sexuales de las mujeres
en su calidad de doble explotación en tanto que trabajadoras y amas de casa. No
cabe duda de que tal apuesta para articularse desde un sector de la izquierda
con el feminismo se llevó a cabo en un clima de tensiones e incertidumbres;
seguramente, entre el ensayo y el error. Si se miden los resultados de nuestra
realidad local con otros polos de experimentación en los países centrales,
siempre nos falta el centavo para el peso. Pese a lo expresado, los años
setenta en la Argentina se singularizaron por el papel destacado en estatuir
las provocaciones generacionales sobre costumbres consuetudinarias que se venía
ensayando en la década anterior. Las relaciones prematrimoniales y la
convivencia sin libreta de casamiento se convirtieron en un “deber ser”. En
aquellos tiempos, tales planteos representaban idearios radicales, aunque se
revolucionase bajo los términos de la dupla heterosexual, sin explorar otros
modos de afectividad externos a la pareja.
Ahora bien, a lo largo de este período que desembocará en el
golpe militar de 1976, no siempre hubo, por parte del PST, una constante
insistencia en incorporar o interpelar al feminismo. Razones no faltaron para
explicar tal oscilación en el rumbo de las concordancias entre dicho partido y
los grupos de mujeres. No se podría prescindir del proceso vertiginoso de
violencia dentro del escenario político local; en particular, la persecución y
muerte en manos de la Triple A, como también la falta de práctica en cuanto a
franquear los propios márgenes tanto de un lado como del otro. Sin embargo, tal
como define con precisión el ensayo “Aunque algunos se rían de nosotr(o)s…”de
la antropóloga Catalina Trebisacce (2012): “La aceptación, entonces, de la
existencia de dos sistemas independientes de opresión, el capitalismo y el
patriarcado, permitía al partido dar la bienvenida a organizaciones feministas
que luchaban contra la opresión de las mujeres por fuera de sus filas”.
Más allá de las pautas tradicionales de cualquier estructura
política de cuño marxista, tales como guarderías en las fábricas y
establecimientos, lavanderías, igualdad salarial y de oportunidades en los
puestos laborales y jubilación para las amas de casa, se encumbraban otras.
Exactamente, en el punto 8 constaba “por la libertad en las relaciones sexuales
entre el hombre y la mujer, el divorcio absoluto, la libre venta de
anticonceptivos y la protección a la madre soltera”. En esos momentos, se
presentaba un clima de recelo con respecto a la pastilla oral por el desconocimiento
de sus secuelas futuras, por más que fuese el primer método que suministraba
una independencia plena a las heterosexuales lejos de la aprobación masculina y
también posibilitaba una maternidad elegida. Por eso, a lo largo de su campaña
electoral proponía el uso de la nueva anticoncepción que aún no tenía un
destino masivo. Del mismo modo, el punto 8 abogaba por “la legalización y
gratuidad del aborto, practicado en establecimientos del Estado, y con todas
las garantías necesarias que aseguren la salud”. Ciapponi contribuyó desde su
candidatura a la discusión sobre la clandestinidad del aborto, sin reparo
alguno. Al respecto, señala:
En realidad, estos temas no provocaban altercados
insondables, se asumían sin tanto hermetismo. Aún no se vivían los prejuicios
que aparecieron con la última dictadura militar y el proceso hacia la
transición democrática. En cambio, el debate de la emancipación total de las
mujeres era lo que provocaba tensiones.
Además, daban un claro mensaje a la sociedad el hecho de que
fuera una mujer y activista obrera quien se presentara al cargo de
vicepresidenta. En un volante diseñado de forma artesanal, que promocionaba a
los candidatos del PST, se exhibía una foto de ella con pelo largo, risueña y
con un estilo apegado a la época. Abajo aparecía la siguiente consigna: “¿Va a
votar a un patrón, un militar, un político patronal? ¿O Va a votar a Nora?” En
ese mundo con chimeneas humeantes, se la conocía como Nora. Por la cercanía del
trato, el apellido quedaba en el olvido, sin eso le trajese a ella problemas de
filiación y, en la mayoría de las veces, apareciera mal escrito. En aquel
momento tenía 31 años. En la adolescencia empezó a trabajar de obrera en
Alpargatas en la Avenida Patricios, y luego en La Hidrófila Argentina, donde
fue delegada, huelguista del gremio textil. También estuvo al frente de sonadas
movilizaciones reivindicativas. Para completar su currículum, estuvo presa
cuatro veces durante la dictadura de Juan Carlos Onganía. La contienda contra
el capital llevada a cabo por las trabajadoras, doblemente explotadas, la
impulsó a comprometerse con la liberación de sus congéneres.
Revisar con atención la historia del movimiento de mujeres
en nuestro país, permite descubrir que ella fue la primera que asomó a un lugar
de esa trascendencia, aunque hubo un precedente poco rescatado: en 1928, la
docente y gremialista Angélica Mendoza se postuló como Presidenta de la Nación
por el Partido Comunista Obrero (PCO). Pero volvamos al testimonio de Ciapponi.
En la publicación feminista Brujas, (año 26, octubre de 2007), le realizaron un
reportaje en el que ella relataba que siempre tuvo la contradicción entre desarrollar
las actividades políticas y sociales que le gustaban (donde, por otra parte,
más fuerte se sentía) y la lucha de género; aunque muchas veces levantó el tema
de la mujer, esto, sin embargo, no fue algo continuo. De alguna manera, sin
quererlo se convirtió en una referente desde ese lugar para todas sus
compañeras. Si bien Nora llevó a cabo todo lo que quiso como militante y nada
le fue vedado por sí mismo, tuvo que luchar contra muchos prejuicios también
dentro de su organización. Lo que sí resultó contundente fue el compromiso
–tanto del partido como de ella– con el tema que nos involucra:
El aborto no era una demanda más, había que explicarlo
mucho. Sin embargo, de lo que estoy segura es que hablar de un aborto era mucho
más fácil antes que ahora. Vos lo decías con naturalidad y no había censura. Yo
trabajaba en una fábrica hasta el 70 y las mujeres abortaban y se sabía. Era
clandestino como hoy en día y para las clases humildes resultaba costoso aunque
tenías que ser muy marginal para llegar a extremos de peligro. Actualmente hay
que ir a los médicos, antes estaban las parteras en los barrios. Había muchas
más que hoy. Vos te criabas con la información que se podía abortar, por lo
tanto, no representaba una situación traumática. Mi mamá tuvo 6 hijos y yo de
chica la veía que estaba dos días en cama. La que ejercía una impugnación era
como siempre la Iglesia. Para mí el debate más difícil se planteaba cuando al
embrión o el feto se lo igualaba a una persona.
A la vez, nuestra luchadora reconoció que por aquellos años
se carecía de argumentos filosóficos, tanto desde la izquierda como desde el
feminismo. Significaba una cuestión muy compleja explicar cuándo comenzaba la
gestación de la vida. Sin embargo, al existir una aceptación social sobre la práctica
del aborto, la Iglesia debía convencer a las mujeres de que quienes lo hiciesen
cometían un crimen o un pecado. Como vemos, si bien se hablaba de muerte, la
relación feto = a persona no calaba tan hondo. Todo estaba por empezar…
Otro ejemplo que sirve para entender que la cuestión del
aborto se podía expresar sin mayores vueltas, se presentó con la revista Para
Ti durante la campaña electoral de 1973. Esta publicación editó una holgada
nota con el título “Mujeres: ¿a quien votar?” del 19 de febrero de 1973. Se
contraponía la figura de María Julia Alsogaray, del partido Nueva Fuerza, con
la de Nora Ciapponi, candidata del PST. Esta última –tanto en su plataforma
política como en sus declaraciones– planteaba “la legalización y gratuidad del
aborto, practicado en establecimientos del Estado, y con todas las garantías
necesarias que aseguren la salud”. No es un secreto a voces que Para Ti
representaba la llamada “prensa femenina” dirigida a lectoras interesadas
históricamente en tres temas básicos: moda, cocina, y vida cotidiana. Sin
embargo, hasta estos semanarios más tradicionales abocados al servicio de
patrullar el régimen del orden, debieron aggiornarse frente a las propuestas
englobadoras del Movimiento de Liberación de la Mujer. Por esa razón, para Ciapponi
las cuestiones del aborto, la anticoncepción y la libertad sexual irrumpieron
como gestos soberanos entre listados de recetas, sugerencias sobre el cuidado
de niños y ofertas para agraciar con esmero al marido.
Tanto fue el compromiso de esta candidata con la causa del
derecho al aborto, que el demógrafo español Martín Sagrera Capdevilla, en su
libro ¿Crimen o derecho? Sociología del aborto (1975), reprodujo un pasaje de
un discurso de trinchera que ni ella misma recordaba. Decía así:
Cuando la fortuna o las circunstancias lo exigen hay que
decidirse por adoptar una continencia absoluta. Insistamos que sirve a los
partidarios de los regímenes más reaccionarios y fascistas para mantener su
supremacía. Frente a todos ellos reclamamos y exigimos la libertad de amar y de
abortar en las condiciones que nuestra propia conciencia lo dice, como un
derecho elemental que debe disfrutar sin restricciones toda persona humana.
Como conclusión, podría pensarse en relación a la lucha por
el derecho al aborto que Ciapponi representó para la izquierda política lo que
la luchadora por el aborto legal en los inicios de los 70, fundadora del
Movimiento de Liberación Feminista (MLF), María Elena Oddone fue para el
feminismo. Ambas pugnaron por instalar tempranamente el debate y marcaron
huella del camino a seguir, sin perder de vista las especificidades de cada
lucha, siendo sus figuras reconocidas en los medios gráficos como audiovisuales
sin cuestionamientos.
“Welcome Jennes”
Por ser partidarias de la solidaridad internacional de las
luchas obreras, en 1972, se invitó a la feminista Linda Jenness, candidata a
presidenta de Estados Unidos por el Socialist Workers Party (SWP), en las
elecciones que le otorgaron el triunfo al republicano Richard Nixon con su
famoso discurso “La Mayoría Silenciosa”, en el que llamaba a resolver mediante
la unidad de la ciudadanía norteamericana la crisis ocasionada por la horrorosa
e impopular guerra contra Vietnam. Lo cierto fue que se constituyó un comité de
recepción para recibirla, en el que se hallaban figuras notables del Partido
Socialista Popular, del Partido Socialista Argentino y del Partido Socialista
Democrático junto con MLF y el grupo Muchachas. Faltaría menos de un año para
que se conformara el PST. Mientras tanto, personalidades del mundo de la
cultura manifestaban abiertamente su apoyo a la llegada de Jenness. Apenas
aterrizó el avión a Ezeiza, una multitud de mujeres y de varones esperaban con
ansiedad encontrarse con esta luchadora socialista y feminista e integrante del
MLM que se trasladaba del Norte al Sur. Comenzó su febril rally con dos
conferencias de prensa y dos presentaciones en Buenos Aires, junto con una
atiborrada recorrida por Rosario, Mar del Plata y Bahía Blanca.
El 26 de mayo de ese año, en el salón de Unione e
Benevolenza, ícono de la comunidad italiana, con sus fachadas art nouveau de un
estilo decorativo privativo de la belle époque europea, nuestra invitada hizo
su debut de gala. Ciapponi guarda en un cofre cerrado fotos emblemáticas de
aquella bienvenida, que permitió convocar a dirigentes de izquierdas tales como
Juan Carlos Coral y Nahuel Moreno, junto con el escritor Ernesto Sábato y la
dirigente socialista Alicia Moreau. Cabe mencionar el análisis de Trebisacce,
citado más arriba, quien afirma lo siguiente:
La estadía de Jenness indudablemente oxigenó y permitió la
visualización en primer plano de una militancia feminista que se practicaba
dentro del partido y que aguardaba latente. Pero no sólo eso. Posibilitó
también la visualización de las tensiones que en torno a aquella se suscitaban.
A decir verdad, como las activistas del PST no se
caracterizaban por mezquindades, compartieron con el MLF un acto de mujeres
para presentar a la invitada de lujo en el Teatro del Centro, en Sarmiento al
1200. Así, le pidieron a Oddone que la anunciara y también que colaborase con
el evento. Fue tal la expectativa generada por su presencia, que buena parte de
las asistentes debió resignarse a permanecer afuera y escuchar a través de los
altoparlantes lo siguiente:
El año pasado se registraron en los Estados Unidos un millón
de abortos ilegales. Como las estadísticas no son exactas se supone que la
cifra puede ser mayor. Ya han muerto más mujeres a causa de intervenciones mal
hechas que soldados en la guerra de Vietnam. Por eso, como líder feminista me
avergüenzo que en mi país, el más rico y poderosos del mundo, se inviertan
millones de dólares para enviar hombres a la Luna. Deberían emplear todo ese
dinero y el esfuerzo de la ciencia en descubrir un eficaz anticonceptivo que
libere a la mujer de tantos vejámenes y agresiones físicas.
Esa rubia menuda a cara lavada acaparó la atención, tanto de
un enfervorizado público, como de nuestra dirigencia de izquierda y también
feminista.
Por suerte, Linda hablaba correctamente el castellano y su
posición feminista dentro de un partido político significaba su halo encantador
para todas las activistas de una y otra corrientes. Al respecto, María Elena
hace referencia en su autobiografía La pasión por la libertad. Memorias de una
feminista (2001) de esa elocuente experiencia: “Era la primera vez que hablaba
ante un teatro colmado con mis compañeras y activistas socialistas”. Esa misma
experiencia atravesó Ciapponi cuando compartió el escenario: “Joven e inexperta
en tomar la palabra en un espacio que no fuese la fábrica, me impactó haber
hablado en un recinto atiborrado de mujeres. A partir de allí, nunca más me
bajé de un palco”.
Muchacha, ojos de
papel…
Concretamente, con todos estos compromisos enunciados, el
PST manifestaba interés por formar parte del MLM. De ahí, que no haya
sorprendido la aparición de la revista Muchacha con el siguiente encabezado:
“Por la liberación de la Mujer”. De inmediato, para que su voz no cayese en
saco roto, nació el grupo con el mismo nombre. Sus integrantes desde el inicio,
mantuvieron una cierta independencia respecto de la estructura política; de
allí que desarrollaran actividades con el MLF y también participaran en la UFA.
Inclusive se reunían en el local de esta última agrupación, posiblemente, por
cuestiones de afinidades o por desinterés por parte de su partido. A decir
verdad, todo ello fue posible porque Muchacha se articulaba desde su doble
pertenencia política, aunque a partir de su compromiso con el feminismo
socialista radical, ellas adhirieran a la premisa de que la subordinación de
las mujeres configuraba un sistema de opresión específico. Revisar las nociones
de jerarquía desde una visión más amplia que la lucha de clases constituyó una
de sus preocupaciones centrales.
A decir verdad, su nombre no fue elegido de manera azarosa,
Muchacha quería interpelar a un nuevo público en expansión: el movimiento
estudiantil secundario y universitario, en el que fueron recibidas con beneplácito.
Se distribuía también entre bancarias, maestras y alguna que otra fábrica con
personal femenino. Con un lenguaje accesible, desde sus inicios, tal
publicación se planteaba el siguiente objetivo: “ser un órgano de todas las
jóvenes que tengan algo que decir sobre la liberación de la mujer, sea cual
fuere su posición ideológica, política o religiosa. Lo que nos une es el deseo
de luchar contra la opresión de la mujer”. Salieron cuatro números nada más. En
el N º 0, de octubre de 1971, que era una prueba de galera, en su pequeña
introducción señalaban que “Escribimos de mujeres y para mujeres que se sienten
jóvenes. ¿Virginidad, relaciones prematrimoniales? ¿Anticonceptivos?”. Y
proseguía de esta manera: “Estamos luchando por el derecho a controlar nuestro
propio cuerpo (derecho al aborto para quienes lo deseen y dinero para la
investigación de métodos anticonceptivos). No más hijos no deseados. Estamos
luchando por igual paga igual trabajo”. En el nº 1 proponían un ramillete de
consideraciones a tener en cuenta para explicar su salida: “Llamamos a las
cosas por su nombre. Queremos actuar, movernos investigar, ser independientes,
manejar nuestro propio cuerpo y ser dueñas de nuestra sexualidad. Queremos pelear
por nuestros derechos”.
En el número siguiente, sin referencia al mes ni al año,
aunque posiblemente date de 1971, el titulo de tapa era: “No más objetos en
manos de los hombres o de la sociedad”. Dentro de sus artículos, había un
reportaje a una obrera del frigorífico La Negra. Ante la pregunta de abortar en
un hospital, ella respondió:
La mayoría de las compañeras no tienen información sobre
métodos anticonceptivos y deben recurrir a los abortos uno tras otro, muchas
veces con peligro para su vida. Varias compañeras han muerto por los métodos
brutales que usaron para abortar. Todas las mujeres debiéramos exigir que los
abortos se puedan hacer en los hospitales. Hace rato que hubiera sido así, si
los que quedaran embarazados fueran los hombres.
Tantos los artículos publicados como las entrevistadas eran
casi siempre anónimos, o bien los nombres de las jóvenes salían junto con el de
sus escuelas, menos las opiniones que transcribían de escritoras y activistas
relevantes del universo socialista y feminista del exterior. Luego, para
actualizar a las lectoras, se reproducía un Manifiesto de ¡UFA! Entre el punteo
de “Basta a Estas Diferencias” no se contemplaba el aborto, sino el “embarazo
no deseado”.
Mientras tanto, Ciapponi se muestra más que conforme con la
orientación de su partido. Al respecto, ella comenta:
Constituía una vanguardia antipatriarcal que se abría a las
influencias feministas internacionales. Al menos, en Argentina era impensado
cruzar una tendencia con la otra. No cabe duda que la venida de Jenness fue un
hito más que importante y que justamente esa actividad, en los inicios de la
construcción de lo que iba a ser el PST más adelante, cambió el pensar y sentir
de la militancia. Pero ahí no estaba la cosa. La más grande influencia que
recibimos fue entender la lucha de las mujeres durante los años sesenta y
setenta que se llevaron a cabo en el exterior. Leíamos a Simone de Beauvoir que
nos influenció fuertemente como así también encontrábamos un rumbo para la
revolución sexual con el Informe Kinsey y el de Masters & Johnson. En ese
sentido, sin dudas, junto al surgimiento de los movimientos puramente
feministas en Buenos Aires, fuimos precursores como partido en presentarlo en
el país. Insisto, aunque no teníamos nada que inventar, estábamos hermanadas en
ese camino de transformación, por esa razón nuestro carácter no sectario y que
supo trabajar con las corrientes feministas ya constituidas. Asimismo, se
impulsó la revista Muchachapara que fuese independiente del PST y se
desarrollara como expresión feminista de la cual seríamos parte también. Por esa
razón, las compañeras se reunían en el local de la UFA. No siempre nos
denominábamos feministas, más que nada por los prejuicios que se arrastraba en
aquellos años. No nos era tan fácil a las activistas abrir tantos frentes al
mismo tiempo pero entre nosotras, sin duda, había una conciencia feminista,
vivíamos como feministas nuestras sexualidades. No menos importante fue el
hecho que las mujeres en el interior de nuestra organización durante todo ese
período, teníamos substanciales debates sobre los problemas internos que
enfrentábamos. Asimismo, ocupábamos por el impulso interno, la mayoría de las
direcciones regionales.
Si bien ella confiesa que “de eso no se vuelve”, reconoce no
haber continuado los pasos de la activista estadounidense. Sus preferencias
posteriores se volcaron más a la lucha de clases que a la de sexos. Durante la
dictadura militar permaneció en la clandestinidad, y se dedicó a la defensa de
presos políticos y desaparecidos. En 1979, conmovida por la revolución que se
desarrollaba en Nicaragua, fue parte de la Brigada Internacional Simón Bolívar,
que se alistó para luchar contra Somoza. Impedida de volver luego al país por
encontrarse perseguida, siguió militando en América Central y luego en México.
En estos momentos, Ciapponi sigue sintiéndose una feminista apasionada en su
defensa. La lucha contra la clandestinidad del aborto está presente en su mira,
sin haber perdido vigencia. Pero junto a eso, la tarea de género considera que
la desplazaba de otras que para ella eran emocionantes: el contacto con la
clase trabajadora, con sus huelgas, la actividad política, el conocimiento de
otros países...., vivir al límite de
jugarse... En fin, sintió siempre mucho orgullo de hacer todo lo vedado o
dudoso para una mujer.
Pese al denodado esfuerzo realizado por el PST, la
ilegalidad del aborto no logró integrar el debate político en 1973. Se presentó
como pudo, a los chispazos. Tampoco ingresó a las prédicas de lucha contra el
capitalismo imperialista, expectativas de numerosos sectores de nuestra
sociedad que clamaban por una revolución social desconectada de la sexual.
Igualmente, a diferencia de otros partidos marxistas más dogmatizados y de
organizaciones armadas, mantuvo un compromiso con el tema de la lucha contra la
clandestinidad del aborto, el uso y difusión de los nuevos métodos
anticonceptivos, sin olvidar la ruptura con prejuicios sobre una sexualidad sin
tapujos entre una mujer y un varón. Ciertamente, su impronta de cuño
internacional los alejó de un posicionamiento pronatalista. Ello no significó
que el compromiso u apoyo del PST al feminismo se haya presentado en bloque; lo
más probable es que haya sido por grupos de afinidades, por personas que se
conocían entre sí y con las limitaciones propias del clima de época en nuestro
país, que difería de los países centrales. No obstante, es hora de que sean
nombradas aquellas figuras que se comprometieron por su implicancia activista.
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