Hace unos minutos se acaba de consumar la farsa: el
presidente del Paraguay Fernando Lugo fue destituído de su cargo en un juicio
sumarísimo en donde el Senado más corrupto de las Américas -¡y eso es mucho
decir!- lo halló culpable de "mal desempeño" de sus funciones debido
a las muertes ocurridas en el desalojo de una finca en Curuguaty. Es difícil
saber lo que puede ocurrir de aquí en más. Lo cierto es que, como lo dice el
artículo de Idilio Méndez que acompaña esta nota, la matanza de Curuguaty fue
una trampa montada por una derecha que desde que Lugo asumiera el poder estaba
esperando el momento propicio para acabar con un régimen que pese a no haber
afectado a sus intereses abría un espacio para la protesta social y la
organización popular incompatible con su dominación de clase. Pese a las
múltiples advertencias de numerosos aliados dentro y fuera de Paraguay Lugo no
se abocó a la tarea de consolidar la multitudinaria pero heterogénea fuerza
social que con gran entusiasmo lo elevó a la presidencia en Agosto del 2008. Su
gravitación en el Congreso era absolutamente mínima, uno o dos senadores a lo
máximo, y sólo la capacidad de movilización que pudiera demostrar en las calles
era lo único que podía conferirle gobernabilidad a su gestión. Pero no lo entendió
así y a lo largo de su mandato se sucedieron múltiples concesiones a una
derecha ignorando que por más que se la favoreciera ésta jamás iría a aceptar
su presidencia como legítima. Gestos concesivos hacia la derecha lo único que
hacen es envalentonarla, no apaciguarla. Pese a estas concesiones Lugo siempre
fue considerado como un intruso molesto, por más que promulgara en vez de
vetarlas las leyes antiterroristas que, a pedido de "la Embajada",
aprobaba el Congreso, el más corrupto de las Américas. Una derecha que, por
supuesto, siempre actuó hermanada con Washington para impedir, entre otras
cosas, el ingreso de Venezuela al Mercosur. Tarde se dio cuenta Lugo de lo
"democrática" que era la institucionalidad del estado capitalista,
que lo destituye en un tragicómico simulacro de juicio político violando todas
las normas del debido proceso. Una lección para el pueblo paraguayo y para
todos los pueblos de América Latina y el Caribe: sólo la MOVILIZACIÓN y
ORGANIZACIÓN POPULAR sostiene gobiernos que quieran impulsar un proyecto de
transformación social, por más moderado que sea, como ha sido el caso de Lugo.
La oligarquía y el imperialismo jamás cesan de conspirar y actuar, y si parece
que están resignados esta apariencia es enteramente engañosa, como lo acabamos
de comprobar hace unos minutos en Asunción.
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